11 de septiembre de 2020. Viernes.
EL MIEDO SIGUE
EL MIEDO SIGUE
-A 11 de septiembre ya,
y el miedo sigue. Como cuando te mira un búho, o una hiena. O el desierto del
Sinaí. Todo en los ojos es arena, escorpión maligno. Sed. El coronavirus se ha
instalado en el mundo como señor y maestro de comportamientos. No hacemos nada,
sin pedirle antes permiso a él. El fútbol, los espectáculos, la copa en el bar,
todo baila el vals que entona el virus, su orquesta siniestra. El día está en
calma, y el bicho al acecho: al menor descuido te clava el aguijón. Pensamos. Desde
mi habitación oigo los claxon de los coches, en manifestación por la calle: es
el Circo que pide ayuda. Desde la desesperación. Es el llanto del Circo y de
otros espectáculos, que se han quedado sin risas, sin payasos, sin ilusionistas,
sin la bella tramoya que hacía felices y causaba asombro a los niños y
recuerdos luminosos a los padres. El virus nos ha cercenado la ilusión, la
fantasía, ha matado las palomas que salían del sombrero del prestidigitador. Agotados
todos los productos de la tierra, la mayoría inservibles hasta ahora para
vencer al bicho, sólo nos queda el desinfectante de mirar al cielo y esperar, que –como dice la Escritura– nos «llueva la justicia». Que el cielo llueva
a Dios, nos consuele, nos dé aliento, y nos deje un espíritu nuevo. Que los
cielos lluevan a Dios, Diario, y, sin las ataduras de la «viruscracia», nos cale de
libertad y esperanza (13:03:26).
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