16 de septiembre de 2020. Miércoles.
¡UF!
¡UF!
-Parece como si el día
se tapara: sale de la noche cubierto de nubes, vestido de un marrón sucio,
embarrado. Es el color de la política. Por su degradación, la política huele a fosfina,
a ajo. Detestable olor, como el de la atmósfera en Venus. En España huele
parecido, o a más asco. Aunque luego sale el sol y lo llena todo de pájaros y de
diafanidad. Se aclara lo oscuro y pestilente, y abre sus alas la esperanza. Dios,
en la luz, se hace transparencia. Y –como en el concierto de Vivaldi, Las cuatro estaciones–, tras la
tempestad, llega la calma. Y, en esta calma, se hace la vendimia, y el vino y
el baile corren, y el gozo acaba en un dulcísimo sueño. Así es la vida. Primero,
la suave primavera, donde todo es flor, resurrección, retorno; luego el verano,
bronco y solemne, frutal; y el otoño, remolón y nostálgico, melancolía, y,
por fin, el invierno, donde el frío y el vaho tiritan, y la Navidad, en la
que se nos da la noticia de que el Verbo de Dios se hace carne y cercanía
para el hombre, y villancico, poema. El Gobierno –éste que nos desgobierna y
divide– trae, como asignatura obligatoria en las escuelas, Memoria democrática. Ya el título me sabe a República Democrática Alemana:
suena mal al oído. ¿Democrática? ¿La Memoria
histórica a la que sustituye no era democrática? Esto huele como la atmósfera de
Venus, Diario, a ajo, a podrido. ¡Uf! (13:22:51).
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