14 de septiembre de 2020. Lunes.
ROSAL DE NUESTRO TIEMPO
ROSAL DE NUESTRO TIEMPO
-Al árbol de la Cruz le
van saliendo flores, hojas, frutos, agradables de ver a los ojos. Pero, antes,
estuvo plagado de espinas, de abandonos, de lanzazos y soledad, de muerte. Solo
unos ojos llorosos de madre y unos pocos discípulos, que se quedaron al pie de
la cruz, lamentaron tanto dolor. La cruz es el rosal con espinas de nuestro tiempo: Cristo
es el amor, las flores, los frutos; la pobreza es las espinas, el dolor, la
soledad mancillada. El mundo injusto, el de la desigualdad y el descarte es la
cruz actual, donde Cristo sufre con el que sufre y se inmola –aún hoy– en los campos
de concentración y de refugiados de cada una de las épocas. Hoy, en la liturgia
cristiana, se exalta la Santa Cruz: es elevada para que la puedan ver Dios y el
hombre. Dios la ve y redime; el hombre la mira y es redimido. En su vida, Jesús
no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro; sólo sube
para ir a la cruz, y desde allí ver y ser visto a un tiempo por el Padre y por
el hombre; es decir, por el que perdona y por el que es perdonado. Dios, Diario, es el Hijo que más hijos da al Padre, y sólo con una condición, la de mirar con amor –nadie
es obligado a hacerlo– ese «árbol de la Cruz», donde expira el que es
Aliento, y Soplo, y Verbo –habla, muriendo– de la Vida (12:59:25).
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