jueves, 10 de septiembre de 2020

10 de septiembre de 2020. Jueves.
EL PLANETA-JARDÍN

Cristo migrande, en la cruz de Lesbos. Zakopane. Polonia. F. FotVi

-Con la disminución de los días, ha crecido el fresquito de la noche. Y el dormitar plácidamente. Como niños pequeños en brazos de una nube. Se sube uno a la nube, se recuesta en ella, y, arropado por el blanco del algodón del que está hecha, se tapa, y a soñar. Entonces se respira hondo y se descansa: todo se detiene, se hace pausa. Con el sueño, vuelve la paz de espíritu, y pueden las abejas volver a libar en ti. Chupan tu néctar, la miel de tu polen. Sólo que queda un cabo suelto, y trágico: el de los que no pueden soñar, porque les falta en dónde reclinar la cabeza. Son los atrapados por la pobreza, los atados a las cadenas de su tiranía. Ejemplo: los castigados migrantes –13 mil– de la isla de Lesbos, en Gracia, arrasada por el fuego. Europa, la oficial, y también a veces la que se afana por la calle para buscar el pan –la luz de cada día–, se ha deshumanizado, ha roto sus bellas ataduras con la fraternidad. Ataduras que son libertad, rescate de la responsabilidad. Ha dicho el Papa Francisco: «Para salir mejor de esta crisis, debemos hacerlo juntos, en solidaridad». Y sigue: «Vivimos en una casa común, el planeta-jardín en el que Dios nos ha puesto». Es decir, tenemos un destino común, solidario. Y, como bello colofón a su pensamiento, añade: «En Cristo Jesús». Así, Diario, nos libera de nosotros mismos, coloca el egoísmo bajo el dominio de nuestra voluntad, y nos conduce hacia las obras de misericordia, con las que, ejerciéndolas, se consigue la perfecta felicidad, más allá de nosotros, de nuestros demonios (12:29:38).

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