sábado, 17 de octubre de 2020

17 de octubre de 2020. Sábado.
PAZ DE TÓRTOLA

Luz y sombras, y lloviendo. Santiago de la Ribera. Murcia. F: FotVi

-Amo la luz, porque me deja ver las sombras. La luz sin sombras sería un mundo sin relieve, un cine mudo sin las hermosas y desternillantes gansadas de Charlot. Como el humo dice dónde hay fuego, las sombras señalan de dónde viene la luz. No es lo mismo oscuridad que sombra: la sombra la crea la luz, la oscuridad, el abismo, el caos, babel. Pero la oscuridad, nos dicen, también es luz; luz que no se ve; luz, que, entre la infinidad de la escala de lo negro, adivinamos. Sin luz no habría pinceles que pintaran las sombras, como Caravaggio o Velázquez. Cuando Dios dijo «Hágase la luz», creó también las sombras, y con éstas, el claroscuro; creó la captura del instante, que detiene y analiza el tiempo; es decir, creó la pintura. La pintura es la caza del momento, para exhibirlo como eterno deleite, como contemplación feliz sin final. Leo El Cristo de Velázquez, de Miguel de Unamuno, y, al tiempo, contemplo la pintura. Unamuno dice, pone la palabra, el cuadro manifiesta, revela, abre expectativas, da color a la palabra. Nos muestra «al Hombre que murió por redimirnos / de la muerte fatídica del hombre», dice Unamuno. Ahí está, el Hombre (mayúscula), la Luz, y el hombre (minúscula), el de las negras «honduras». En el poema Se consumó, continúa el poeta: «”¡Se consumó”! gritaste con rugido […] “¡Se consumó”! ¡Por fin, murió la Muerte!». Amo la vida, Diario, la luz, porque me deja –con paz de tórtola–, ver las sombras, la histeria del tránsito –la muerte–, sin terrores. Y en la que espero hallar –tocar–, la Luz sin ocaso, sin sombras, sin reptiles oscuros ni laberintos: la Luz de Dios (12:10:34).

viernes, 16 de octubre de 2020

16 de octubre de 2020. Viernes.
AMAR ES POSEER

Momentos de luz en el cielo, al amanecer. Murcia. F: FotVi

-Esta mañana, al despertar, he querido atrapar un segundo, y ha saltado de mi vida con la velocidad de un ala de colibrí. No me ha dejado conocerlo, amarlo, poseerlo. Amar es poseer, pero dando: él me ha dado un instante de mi existencia, y yo, tan rápido se ha ido, no he podido darle las gracias. Y como decía Gandhi, un segundo que pasa es irrecuperable. El tiempo ido, se hace en nosotros recuerdo, melancolía, bruma. Pasan los segundos como pasa la luz, sin dejar huella, calienta o quema, pero no queda en ningún sitio para celebrarlo, para darle nuestra alabanza. Pienso: un segundo: o un latido del corazón, un latido de vida que ha dejado paso al siguiente latido, y al otro, todos iguales, pero distintos, eso, sí, aquel más arcaico que el actual, pero todos a la vez hilando, cosiendo, pespunte a pespunte, destello a destello, luminosidad a luminosidad, el hermoso acontecimiento de la vida. Como un milagro: suceso, prodigio. Dios me he dicho me había pensado antes de ser concebido, cuando me amasaba con sus manos de gracia en el seno recóndito y encendido de mi madre: aquí los nervios se dijo, allá las venas y el corazón, y ahí arriba, en ese otro lugar privilegiado, el cerebro –la razón, el discernimiento, la sabiduría–, donde la luz se hace idea y las ideas miradas, palabras, sensaciones, arias que arden, hasta llegar al amor. Ahí dejó injertada la sacudida del amor, sus convulsiones, sus noches y sus días, con Dios y las personas en las que estoy y con las que departo. ¡Los segundos, Diario! O los instantes de Dios recreando lo creado, con ciencia de artesano, con la minuciosidad de las manos del relojero (12:31:28).

jueves, 15 de octubre de 2020

15 de octubre de 2020. Jueves.
INCENDIO

Nada te turbe..., Dios no se muda. S. Salvador de Chora. Estambul. Turquía. F: Fotvi

-Teresa de Jesús es un incendio, que, con sus llamas de luz y amor, de sencillez y oración, aún hoy sigue ardiendo. Cuando ella escribe, brotan rosas –con espinas– de su pluma; y destellos de sabiduría, en la que se escucha, suave y sin estridencias, la pisada de Dios. Que sin oírlo –dice el poeta– «se escuchaba su pisada». Dios, cuando está, nunca pisa para hundir; pisa para indicar el camino, para sacar del barro, para ascender con el caído: ascensión gloriosa de lo desechado. Y Teresa lo sabía. «No hay que menester alas para ir a buscar a Dios –decía ella–, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí». Es esta una soledad desierta de cosas, huida de ruidos, sin apenas mundo, pero poblada de Dios –y como cantó Lope de Vega–, de sus «dulces silbos amorosos». En la soledad es más fácil mirar al interior de ti, donde tú habitas sin mentira, cabal, acabado. Y es ahí, sin esperarlo, cuando la «suave brisa» que Isaías oyó y vio pasar, te infunde ánimo y fortalece tu fe, y te invita a seguir profetizando, descubriendo a Dios en cada cosa que vive o está, como la piedra o la estalactita, el silencio o la contemplación. En estos días de pandemia, Diario, entremos en esta soledad, huérfana de mundo, con solo otra soledad, la de Dios, que, junto a la mía, serán abundancia de compañía, exuberancia de amor que toca y salva, y que se alza en éxtasis hasta dar con la Plenitud (12:47:12).

miércoles, 14 de octubre de 2020

14 de octubre de 2020. Miércoles.
LUZ DE CERILLA

Pequeña luz, rompiendo las tinieblas. Tallin. Estonia. F: FotVi

-Cada mañana contemplo el amanecer y doy gracias por la luz. Una luz de estilete, que entra por cualquier resquicio y rompe, abriéndola, la oscuridad de los abismos más cerrados. Es como abrir una fruta y que te ofrezca, desgajada, su interior: dulce, tentador, caricia de la lengua, que alerta el gusto. Hasta que, rendido, das el bocado. Y entonces te das cuenta que, a la vez, has iluminado el fruto y la boca. Martin Luther King dijo que «la oscuridad no puede barrer a la oscuridad, vencerla, que solo la luz puede hacerlo». La Luz. Y entonces me asalta el deseo de ser luz, aunque solo sea luz de cerilla, de pequeña brasa en las cenizas de la ciudad apagada. La pandemia nos ha llenado de dudas. ¿Saldremos de ésta? ¿Y cómo saldremos? ¿Luz o tinieblas? Y sigue diciendo Luther King: «El odio no puede expulsar al odio». El odio: la más terrible oscuridad del alma humana. El que movió la mano de Caín contra su hermano Abel, el que, en las guerras, se hace mirada y flecha que mata. «Solo el amor –termina diciendo Luther King– puede hacer eso». Solo el amor, Diario; o la Luz que no se apaga, que siempre parpadea misericordia, con Dios en el temblor humilde de la llama (18:40:21).

martes, 13 de octubre de 2020

 13 de octubre de 2020. Martes.
NADAL

Nadal, Grande con humildad, en París. F: ABC

-La vida con mi madre, fue como abrir un libro de sabiduría y llenarte de esplendor. Con una sencillez asombrosa, todo lo convertía en oración. En trascendencia. Hasta el deporte. Lo digo por lo de Nadal. Ese acontecimiento de trabajo y de ciencia, de elevación, de fuerza mental, de competitividad. «Mirada y desafío”, lo describe un tenista amigo suyo. Como debiera ser todo en la vida: primero mirar –otear, indagar, discernir– y luego desafiar, pero sin herir, con la grandeza del bosque que crece, pero sabiendo que ha de morir. Ganar –hacerse árbol, rumor de hoja, fruto– y perder –morir, irse–, y todo hecho con dignidad, con la hermosa modestia del ganador, del que anda por las nubes sin desplomarse, pero sabiendo que puede caer y diluirse en el fracaso. Mi madre era del Madrid, de Pau Gasol, de Nadal (Navidad). No tenía mal ojo para elegir. Un día que perdió Nadal, dijo: «No me ha escuchado San Antonio», y bajó la cabeza, sin enojo, con la sencillez de quien vive de la fe, y no le cansan las noches oscuras, aunque las vea llenas de murciélagos, animal este hecho de triángulos feos. Perturbadores. Contemplo a los políticos y a Nadal, sus vidas, sus líneas de conducta y me quedo con el deportista que llora ante el himno y la bandera de España. Lágrimas de paisaje limpio, de días colmados, que irradian calma, esperanza. En el día de España, otros ríen o se visten de morado. Ridículos. Y el señor de las mil caras, los mira complaciente. El libro de sabiduría que era mi madre, Diario, siempre me señaló bellos caminos, por los que yo hube de transitar, siguiendo su huella inefable, llena de pisadas relucientes. O como decía Machado: el camino que ella fue haciendo al andar (11:04:14)

lunes, 12 de octubre de 2020

12 de octubre de 2020. Lunes.
DÍA DEL PILAR

El Pilar de Zaragoza, columna de la fe. F. Googel

-Hoy día del Pilar: día de la Piedra. «Sobre esta piedra edificaré mi iglesia», dijo Jesús a Pedro, y, sobre la piedra –signo de fortaleza, de recinto amurallado– construyó, como columna atraída por el cielo, la fe. Es la asunción de la piedra, por la que sube y baja, como una afirmación hermosa y terrible, la fe en Dios. Terrible por lo que nos obliga: recibir y dar amor. «Dios asciende entre aclamaciones», dice el salmo. Sube la fe, que es piedra, pilar, apoyo. Y en su cima, la Virgen, el capitel, para que no se desmayen ni la fe ni la esperanza y que siga, contra viento y marea, inamovible, intacta, vertical, siempre en ascensión, aleteando, la iglesia. Como la escala de Jacob, como la cruz de Cristo. El mensaje del Amor arriba, lloviéndose hacia abajo por la fe que es la columna. De este modo, desde la altura, y por mediación de María, Dios riega de gracia al mundo y sus lejanías, donde habitan las estrellas y se mueve el universo, y en el que reza y espera la pequeña grandeza, llamada humanidad, hecha, Diario, a imagen de Dios, con barro; pero barro «enamorado» (13:20:05).

domingo, 11 de octubre de 2020

11 de octubre de 2020. Domingo.
CANDELA Y JESÚS

Última Cena del Señor. "Haced esto en memoria mía". F: Googel 

-Hoy, Candela, haces la primera comunión, comerás a Dios. Silabearás su bocado. Y en ese bocado, os diréis vuestro amor. Será un hartazgo de gracia y de afecto: se afianzará tu fe. Será como inclinarte y meter las manos en la fuente de la Vida, y beber su Agua, que calma toda sed. Habrá veces, Candela, que, en el desierto de la vida, te acuciará la sed, pero Jesús –manantial que siempre mana– estará cerca de ti, para saciarte. Yo, desde la distancia –tú, en Las Palmas, yo, en Murcia–, me uniré al acontecimiento de tu primera comunión, rezando. Rezaré por ti y tú lo harás por mí: ambos estaremos cerca el uno del otro en las palabras que dirijamos a Dios. Lo que no ha permitido la pandemia (que yo estuviera allí para dejar en tu boca el Pan partido que es Cristo –¡qué temblor al dártelo!–), lo hace posible la palabra, que va y viene hasta el oído atento y minucioso de Dios. Sin interferencias, puntual, jubiloso. Recuerda que «Dios enjuga las lágrimas de todos los rostros», lo dice el salmo que hoy hemos escuchado en la misa. Dios limpiará tus lágrimas, como la mano de tu madre, tan atenta y cuidadosa siempre. Sólo te pido un favor: cuando recites los versos que has aprendido para dar gracias, acuérdate de su autor, que te quiere. Esto dice el poema: «Yo soy Candela / y, tú Jesús, / te conozco por el pan / y por la cruz. // Hoy, pan te como, / me lo das tú. / ¿Pero cómo, si clavado / estás en la cruz? // Deja que me clave / yo en tu cruz, / así podrás darme el pan, / sin estar clavado tú. // Yo soy Candela / y tú, Jesús, / te conozco por el pan / y por la cruz». Alégrate conmigo, Diario: hoy es fiesta en Canarias: la fiesta del pan y la inocencia, y de los ángeles que, con Candela, están todos de primera comunión, fiesta de alas con vuelos blancos, y liberadores (12:22:29).

sábado, 10 de octubre de 2020

10 de octubre de 2020. Sábado.
CHUPAR LOS CLAVOS

Día de claroscuros, en Murcia. F: FotVi

-Día de claroscuros. Día vacilante entre la luz y la tiniebla, ofuscado. Ha nacido radiante, pero pronto se ha entristecido, se ha hecho película en blanco y negro; se ha convertido en Charlie Chaplin desayunándose una suela de zapato, riquísima. Con el regusto goloso, además, de repelar los clavos. Chupar los clavos. ¡Ah, los clavos, qué sabor tan deseable tienen! El día refleja el estado de ánimo de nuestra sociedad, que anda inquieta entre la esperanza –claridad: «Dios aprieta, pero no ahoga»–, y el desastre sanitario, político y social –el apagón de la linterna–, propiciado por la impericia del gobierno. No hay llama que nos alumbre, que nos guíe por los pasillos calcinados de nuestra soledad. O, sí. Quizá el leer no te haga sabio, de pronto, con la inmediatez del relámpago, pero te alumbra el camino. Desbroza la hierba que has de pisar, para que no te enredes en ella, y caigas. Te dice: «Ahí no pises; ahí, sí», y si eres lector aplicado, haces lo que te alumbra gratis la lectura. Amos Oz, judío, Premio Nobel de Literatura, y amigo, decía: «Cada uno sale de las tinieblas y vuelve a las tinieblas. Nadie vive para siempre, pero entre una tiniebla y otra, hay un poco de vino, unas cuantas flores […], y alguna que otra conversación bella». Hoy estamos viviendo entre Las flores del mal, de Baudelaire «Y por toda oración, tus oídos / escucharán largos aullidos / de lobos, de brujas gritando»; y los versos del Cantar de los Cantares: «Como rosa entre espinas, / es mi amada entre las mozas. / Como manzano entre árboles silvestres, / es mi amado entre los mozos». Una lectura oscurece, y la otra da luz. Y, mientras, Diario, Dios, en la luz, y el mal, en la otra orilla, en la que no hay vino, ni flores, ni una conversación bella, ni un Charlot con el que reír, y, a veces, llorar, ¿quizá sólo aullidos de lobos? Recomendación: quédate –si te apetece en la orilla de Dios (11:51:50).

viernes, 9 de octubre de 2020

9 de octubre de 2020. Viernes.
EL SEÑOR DE LAS MIL CARAS

La paloma de la paz, en los cielos de Murcia. F: FotVi

-Esta mañana miro al sol y lo veo grande, hermoso, torrencial, pero no soberbio. En realidad, siempre la grandeza, si es disciplinada e instruida, sabe a humildad, a manantial. Lo grande, si no es humildad, es apariencia, fachada, y, como dice San Agustín, «hinchazón». Y lo hinchado –sigue el Santo de Hipona– «parece grande, pero no lo es: se trata solo de algo que no está sano». Un globo parece grande, pero no es más que aire, gas, y la muralla de plástico que lo protege. Muralla tan fina y frágil, tan quebradiza, que un simple alfilerazo es suficiente para destruirla. Desilusionando, así, los ojos de los niños, que miran y no creen que haya explotado el objeto de su asombro, el que los hacía volar en sueños, como Clavileño –el caballo de madera–, a don Quijote y Sancho. El señor de las Mil Caras, el Innumerable, se ha llenado de humos y ha explotado. Por lo del asunto de Madrid: los tribunales le han cerrado la boca, y él ha salido por peteneras, como la Niña de los Peines. Cierra Madrid, lo entorna, con una ley que no ampara la Constitución, y acalorado, saca de su manga, como el gran prestigiador que es, el halcón del estado de alarma. Yo, que no entiendo de política, pero sí de talantes, de aptitudes, me entristece este modo de ser del presidente. «El que honra al Señor, odia al mal. Yo, el Señor, detesto el orgullo y la altanería», dice el libro de los Proverbios, en el que habla la sabiduría de Dios. Pero el Múltiple, el pequeño dios que miente, sigue en sus trece, y va a confinar Madrid. Aunque dicen los entendidos, Diario, que sin razón: lo hace sólo por desahogar su cólera, como Zeus, el tonante (12:58:42).

jueves, 8 de octubre de 2020

8 de octubre de 2020. Jueves.
TODOS HERMANOS

Todos hermanos, en cíclica. Papa Francisco. F: Prensa. 

-El Papa escribe y hay un mundo que lo escucha y otro que no; y otro, que disimula. El Papa, lo que dice, lo deja escrito, para que sus palabras, como dijo Cayo Tito, senador romano, «no se las lleve el viento». Porque «verba volant», las palabras vuelan, y vuelan tanto, que, una vez salidas de la boca, ya no vuelven, no anidan, no hay árbol que las cobije. El viento es su diccionario, su biblioteca, donde se diluyen. ¡Ay, si pudiera leerse el viento! Francisco, el papa, ha firmado una nueva encíclica, Fratelli Tutti (Todos Hermanos), en la que describe una sociedad injusta, desigual, que alienta la pobreza, la globalización sin reglas, el consumismo, el populismo, que celebra las diferencias entre los seres humanos, la falta de amistad con el inmigrante, el descarte: esa maldición posmoderna, que tira a la basura del olvido o la destrucción lo que no es productivo. Desprecio por lo que la sociedad llama inútil, infecundo, inservible: como la sabiduría y pericia de la vejez, lo que nace incompleto o con un sobrante, lo que se concibe sin certificado de bienvenida: el aborto. Lo nuclear, la esencia del texto es: «tierra, casa, trabajo para todos». Y dignidad para todo lo que alienta en la «hermosa madre tierra», la frágil tienda que nos cobija, que nos da seguridad e invita, por la proximidad, a la convivencia pacífica y entrañable. Amorosa. En un mundo tan amargo, tan huraño, tan caótico, el Papa pone el terrón de azúcar que lo endulza, que aplaca sus iras, sus desmanes, que lo humaniza. El Papa, con Hipócrates, Diario, se dirá a sí mismo alguna vez: «Sana a veces, trata con frecuencia, consuela siempre», por los que oyen y no escuchan, por los que disimulan o encubren, por los tibios (11:09:34).

miércoles, 7 de octubre de 2020

7 de octubre de 2020. Miércoles.
EL ROSARIO Y MI MADRE

 
Los tres amores de mi madre: Jesús, María y el Rosario. F. FotVi

-Tocar el Rosario de mi madre es como palpar una valiosa reliquia: o acercarme, con veneración, a la santidad. Tocarlo, todavía me sacude, me incita al bien, me eriza. Es la santidad doméstica, la de casa, la más blanca y cercana, la que se va haciendo con las risas y las lágrimas del día a día. La santidad que se ve en los ojos, en las manos, en los pasos, santidad que brota, sin artificio, del corazón. La que nace de la cotidianidad, de lo usual: de la espuma del jabón, del beso o el benevolente azote al hijo, de la patata cortada y echada al guiso, de la equivocación, del acierto. Es el éxtasis de lo hermosamente vulgar y celeste, de lo que queda en el interior del corazón y que solo sabían Dios –como un bello secreto– y Francisca, madre y esposa, y orante. Nena la llamaban los suyos: seguramente porque era de cuerpo frágil, pequeño, con la nerviosidad de un ángel, de risa y sufrimiento callados, y un corazón de amplios paisajes, sin iras y mucho amor. Cierto día, alguien le preguntó: «¿Cuántos rosarios reza al día, Francisca?» «Seis y lo suelto», contestó, como si echara avemarías aladas por la boca. Hoy, fiesta de la Virgen del Rosario, quiero hacer –con las cuentas de su rosario, envejecido y vivo, y que mi madre movía entres sus dedos con envites divinos, como versos de luz– un himno. Himno en el que cada «avenaría», Diario, sea –con los nudillos de la oración más serena, más íntima, menos pontifical, «avemaría» va y «avemaría» viene–, una llamada en la puerta del corazón de Dios, en el que habita su Reino; Reino –dijo Él– de justicia, de verdad, de gracia, de amor, de Vida: el de la Fraternidad más irradiante, más libre, más racional, y equitativa (11:38:44).

martes, 6 de octubre de 2020

6 de octubre de 2020. Martes.
VERDADES

El sol dando vida, y sabiduría. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Se abre el sol como un libro pleno de sabiduría, y habla verdades. Habla de la verdad del bosque, del río, del mar, de la pradera, del desierto; de la verdad de la vida que en ellos florece, respira, exulta. Que los sacude. Los viste y amuebla. El calor del sol: como el beso de la madre en el pecho del hijo que ríe, mientras ella mira al hijo con ojos de complacencia. «¡Es mi hijo!», dice la madre, al que protege y perdona; la madre: o la filosofía de la misericordia. Escribía yo en 1992, un 12 de marzo (perdón por auto citarme), en Mi Diario: «Toda la Luz del mundo es Cristo: la del sol, la de la humilde cerilla que hace un pequeño roto en la noche, la del fanal del pescador en la inmensa oscuridad del mar, la de los ojos de un niño si ríe y, más, si llora. Y es que Él estaba en la primera Luz, aquélla del origen, cuando la Pala­bra estalló y fue la Luz». Aquel «Hágase la Luz», deslumbrante, expansivo. O como llama la Escritura a Cristo: «Sol de justicia». Justicia que iguala, que enrasa, pero dejando que crezca la altura, que ascienda lo que vuela, y respetando y amando lo que queda abajo. Porque para Dios, lo de arriba y lo de abajo, todo lo creado, es dignidad, evangelio de caridad, gracia que se parte y se comparte. Luz incesante. Amor incesante. Dios incesante. Miro la luz y pienso en el Sol de justicia que abre días y cierra noches. Pienso, Diario, en Dios, y veo su sabiduría reflejada en el sol de cada día: el sol que nos alumbra y que, con su luz, nos deja ver las maravillas del mundo, hasta fascinarnos, hasta encandilarnos (14:03:20).

lunes, 5 de octubre de 2020

 5 de octubre de 2020. Lunes.
MONJE CON CAPUCHA

Aletea el azul, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Me asomo al balcón, y lo veo todo triste, con melancolía de monje con capucha; todo triste y tosco, menos la luz. La luz aletea azul con las palomas. El azul se deja llevar y traer, dulcemente, en vuelos de claridad. Son tantas las palomas que vuelan que no sé si son ellas el azul, o si el azul se ha hecho paloma. Es como un huracán de azul. Y de vida. Contrasta la luz del día, con las negras decisiones del gobierno del Gran Timonel de la mentira, del fiasco. Son las suyas decisiones más negras que las mismas sombras que produce el sol. Decía el sabio: «Amo la luz, porque hace que vea mis sombras». Lo contrario de lo que dice el Gran Timonel: «Amo la oscuridad, para que no se vean mis noches». Y Antonio Machado decía: España es «un trozo de planeta / por donde cruza errante la sombra de Caín». «¿Quién ve la sombra de Caín, si es de noche?», dice el Gran Timonel. Pero ahí está. No se ve, pero se intuye. El desánimo, la postración –de rodillas ante el poder todo el tiempo–, es tajante, como el colmillo de una pantera, vestida de un negro cainita. Y en esto, sale a mi encuentro la escritora y poeta polaca Olga Tokarczuk, Premio Nobel, que dice: «Bienaventurado es quien camina», y me sube la esperanza. Pues camino en la luz, hasta que, con los dedos del espíritu, toco el azul, que me habla de Dios. El azul, pues, palabra de Dios: o el evangelio del azul. O al menos, es lo que yo oigo, Diario, lo que late en mi corazón. ¿No oyes? El azul, en las palomas, habla, y en él se oye la voz de la Trascendencia (12:38:53).

domingo, 4 de octubre de 2020

4 de octubre de 2020. Domingo.
ASÍS ES FRANCISCO

El hermano sol, cerrando el día.  Murcia. F: FotVi.

-En San Francisco de Asís, la humildad  y el amor se hacen pobreza, poesía, santidad. Francisco, distraído de Dios y frívolo en su juventud, se detiene un tiempo en la contemplación, y en ella percibe a Dios que le señala el camino a seguir: la pobreza, como peldaño inicial para dar con el Señor de todo lo creado. O la verdad evangélica de la pobreza: hacerse pobre con el pobre, donde se encuentra Jesús, con frío y hambre de pobre y al que tú cubres y le das el trozo de pan que él mastica con el indigente. Y es ahí, en la penuria –en la furia de la pobreza–, donde halla la bondad y la seducción de las cosas del universo. Da con la convulsión –la sacudida–,  que es la poesía. Todo –como el destello de un relámpago– se hace motivo de alabanza, de loa, para su Señor: «El hermano sol, que abre el día…, y lleva por los cielos noticia de su Autor». Y la hermana luna, y las estrellas, y el agua, «útil, casta, humilde», y el fuego, y la «hermana madre tierra…, que da las hierbas y los frutos y las flores… y nos sustenta y nutre», y los «que sufren en paz con dolor», y aun «por la hermana muerte». Y acaba su himno de alabanza con un final sinfónico, de agua y luz, espléndido: «¡Criaturas todas, load a mi Señor!» Y de ahí, de la pobreza y la poesía –con dificultad de hombre siempre– a la santidad. A dar con Dios, Diario, donde se hace eternidad lo santo, lo justo, la admirable: el Amor (13:18:47).

sábado, 3 de octubre de 2020

3 de octubre de 2020. Sábado.
SOLEDAD ACOMPAÑADA

Surge la esperanza, como grito, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi 

-Ayer, un cielo pesado, terroso, gris, y hoy, un cielo de resurrección, azul y florecido, generoso. Una buena señal: vuelan en racimos las palomas. Sus vuelos dan en mis ojos y los llenan de alegría, los liberan; mis ojos vuelan con sus vuelos: se mantienen en el aire, en la esperanza. Y zurean. Por fin ha llegado el otoño: me veo bien vestido, con bata y calcetines, y el calor me resulta grato, no molesta. En casa, sin mascarilla, pero con batín: te obliga la vejez y el fresquito, ambos de la mano. El frío y la vejez, y la soledad: los tres demontres –o ángeles rebelados– que afligen al que se adentra en años. De los tres, el que más duele, el que más se llora, es el de la soledad, por inesperado, por inhumano, porque te creías amado y descubres la verdad: nadie te ama. La soledad es el resultado del egoísmo y de la falta de complicidad de uno en los asuntos del otro. Si partimos el pan y alargamos la mano y lo damos al otro, estoy poniendo encima de la mesa, con el pan y las miradas, mi inclinación por la amistad, por la vecindad, aptitudes estas rotas por las distancias y los aislamientos que ha favorecido la pandemia. Pero como decía el gran poeta romántico Bécquer: «La soledad es muy hermosa…, cuando se tiene a alguien a quien decírselo». Es la soledad acompañada –la soledad con Dios–, con la que respira y cuenta el creyente. Soledad, Diario, en la que puedes reclinar la cabeza y descansar, como el niño en el regazo de su madre, y llorar con ella, y reír, y soñar, sin miedos, con ella (11:48:52).

viernes, 2 de octubre de 2020

 2 de octubre de 2020. Viernes.
VERSOS QUE SANGRAN

Paisaje teñido de silencio, camino de Madrid. F: FotVi

-Leo la prensa, miro al cielo, y veo todo nuboso, respirando barro, enlutado de tristeza. No hay alegría en el paisaje. Los pájaros –mi júbilo– han callado. Como diría Leila Guerreiro, escritora argentina: «La ciudad está envuelta en una luz puritana, de lentitud enferma». Todo se ha afeado con el coronavirus, hasta las conciencias. Conciencias torvas y con mascarilla. Los intereses creados y la mentira son el catecismo que mueve a nuestros dirigentes y que desorienta a los «españolitos», de a pie. «Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza». Antonio Machado: el poeta de los versos rotundos y proféticos, versos que aún hoy sangran. Los creyentes nos agarramos a Dios, los agnósticos a la lotería; es decir, a la suerte. Pero no hay destino que no sea consecuencia de nuestros actos. Decía Cavafis, poeta griego: «No encontrarás nuevas tierras, no encontrarás otros mares. / La ciudad te seguirá. […] Así como has destruido tu vida aquí, / en esta pequeña esquina, la has arruinado en el mundo entero». Destruyes a Dios –intelectualmente y en la vida de cada día– y luego quieres ver la Luz. El color greda lo llevamos con nosotros allá donde vamos, y luego nos quejamos de no ver la claridad. Sin embargo, yo, Diario, sigo dando –con Dios en la boca– en las puertas de la esperanza (17:53:37).

jueves, 1 de octubre de 2020

1 de octubre de 2020. Jueves.
INOCENCIA

La inocencia en el Belén. Murcia. F: FotVi

-Hablo de la inocencia inteligente, la de los altos vuelos, tan altos, que, aun con los pies en la tierra, llega a tocar los cielos. De la inocencia que lleva el cielo dentro, como la semilla lleva en su interior el árbol y el fruto, y las ramas donde anidan las aves y desliza sus músicas el viento. De la inocencia que respira cielo, y se le nota, aun sin decirlo; cielo en la mirada, en las manos, en las palabras, y en los silencios que dejan las palabras tras ser dichas: como el cometa deja su estela de luz, que reluce en la noche. Hablo de Teresa del Niño Jesús, sabia y niña, y santa. Con un afán confesado: serlo todo en la iglesia: apóstol, profeta, doctor, mártir. Hasta que leyó a San Pablo (1ª Corintios) y supo que «el ojo no puede ser al mismo tiempo mano», ni la luz oscuridad, ni el ruido contemplación. Pero esto, dice, no era suficiente «para satisfacer mis deseos y darme la paz». Siguió leyendo y descubrió «que los mayores dones sin la caridad no son nada». «Y en la caridad descubrí –dice– el quicio de mi vocación». «Reconocí y me convencí que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo». Santa Teresa de Lixieux, la niña –falleció a los 24 años– que quiso ser mártir y lo fue –murió de tuberculosis–, pero palpando, desde el amor, el misterio de Dios, en el que hace su vida –de Amor– Dios (11:39:08).

miércoles, 30 de septiembre de 2020

30 de septiembre de 2020. Miércoles.
HILO DE TELA DE ARAÑA

Hilo de tela de araña, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Fin de mes; fin de trimestre; y sigue la pandemia. Siete meses a las órdenes del covid 19: espada de Damocles sobre nuestras cabezas. (Cicerón). Espada sostenida por el hilo tenso y frágil de una crin de caballo –la gota de saliva que nos salpica, el saludo afectivo sin la debida distancia, una celebración familiar–, cualquier cosa puede ser esa crin –hilo de tela de araña– que se quiebra y nos mata con su espada. Terriblemente, sin piedad, sin mirarnos a los ojos, único lugar donde se puede traslucir lo que siente nuestro corazón: el dolor, los miedos, nuestras esperanzas. Entretanto, el sol ha salido, una mariposa ha zigzagueado en mi ventana –me roza la esperanza–, y puedo leer a Unamuno en su libro de poemas El Cristo de Velázquez. Donde dice: «Nos bañamos en Ti, Jordán de carne, / y en Ti de agua y espíritu nacimos». Todo nace y renace del agua: la vida, el destello del pez. Y de la fe, en la que se vislumbra a Dios. El agua es vida, y la fe, Vida divina. Cristo en la cruz, Diario, es el Jordán de carne triturada en el que nos bañamos, mientras nos envuelve –liberada– la vida sin espada de Damocles pendiendo sobre nuestras cabezas; es decir, la Vida de Dios (11:52:22).

martes, 29 de septiembre de 2020

29 de septiembre de 2020. Martes.
SIN RASGAR EL AZUL

El arcángel de la Anunciación, ante María. Catedral. Murcia. F: FotVi

-Hoy es el día de los ángeles –arcángeles– que «asisten a Dios», directamente. San Miguel, San Gabriel, San Rafael: los mensajeros de la transparencia, de la nitidez, de lo intocable. Son, como Dios, espíritus. Ellos abren los silencios de Dios a los hombres y los traducen en palabras. Sus nombres dicen lo que son: su naturaleza, su esencia. Miguel significa: «¡Quién como Dios!». Grito este de lucha espiritual, contra el Malo, Luzbel, sin armas, solo con la espada del pensamiento, como el de las ideas antes de ser palabras. Y Gabriel: «Dios es fuerte»; él es la «fortaleza de Dios», que siempre anuncia, como enviado, cosas maravillosas. Trae y lleva desde el cielo –sin rasgar el azul– buenas noticias. Anuncia al anciano Zacarías el nacimiento de su hijo, Juan, que será profeta del Mesías, y a María –«No conozco varón», dice ella–, que será madre del Hijo de Dios. Él trae el anuncio de Dios –«Serás Madre»– y vuelve con el «Sí» de María: «Hágase en mí según tu palabra». Y Rafael: «Medicina de Dios», el que guía a Tobías en sus viajes hasta encontrar esposa. Y el que sana de sus enfermedades a Tobit y a Sara, padre y esposa de Tobías. Es, además, patrón de los médicos, los que auscultan con amistad, los que curan, los que recrean la vida que Dios da. Yo creo, Diario, lo dicho por Fernando Arrabal, dramaturgo: «Los arquitectos crean ciudades, los ángeles, bosques». En un mundo hostil, bosques de santos, espíritus justos, testigos de la fe (13:23:23).

lunes, 28 de septiembre de 2020

28 de septiembre de 2020. Lunes.
TELE-VISIONES

Oyendo los silencios de Dios, tras los ojos cerrados. F: Alfa y Omega

-El sol, tibio –apenas quema–, asoma por el horizonte glorioso y encendido, como una llama sin fuego, como si solo viniera a animar el paisaje y a invitar a las palomas al vuelo. Y vuelan las palomas. Se oyen las máquinas de la limpieza y el silencio que van dejando tras sí las escobas de los limpias, los olvidados, aunque siempre estén presentes en la luz y esplendor de la ciudad. En su nitidez. El coronavirus, cada mañana, como el sol, hace su recorrido –angustioso y triste–, por radios y teles. (Visiones. Tele-visiones). Esta carcoma de la vida anda de boca en boca, como una estrella de rock con guitarra desgarradora y cínica: rompiendo oídos y acelerando miedos. Sin embargo, el silencio de la oración no se oye. Queda en los ojos que se elevan o en las manos que se juntan, mientras se doblan las rodillas. Según el medio de comunicación que elijas, así cantará el gallo: o con el Régimen o con la Libertad. Las diatribas no siempre van en la misma dirección: dan en el azul o en el rojo, aunque las haya leales a la verdad, sin ataduras ideológicas o de peculio. La libertad no se vende ni se compra. La indignidad, sí. Esta mañana, Diario, cerré la tele y abrí El Libro de las Horas, para rezar y beber en su Sabiduría, y, de pasada, darme con Dios y tratar de entreabrir un poco sus silencios, y ver si en su Cruz se percibe –aunque sea de lejos– nuestra cruz (18:26:11).

domingo, 27 de septiembre de 2020

27 de septiembre de 2020. Domingo.
CLARIDAD

Emigrantes a Egipto, Jesús, María y José. F. Googel

-Hoy domingo –sin olvidar las cosas de este mundo, cosas que toco y lloro, y por las que a veces rio– me centro en Dios, que está en los cielos y que nació en Belén. El Cielo, del que venía, lo llamó Emmanuel (profecía de Isaías), y la tierra: «Dios-con-nosotros». Y no es que Dios, en un viaje alucinante de ida y vuelta por las estrellas, vaya y venga según le plazca, sino que, sin tener que irse ni volver, siempre está aquí y allí, como un Sol bondadoso de justicia, que, aunque se oculte en el ocaso, continuamente anda iluminando y dando calor, desde su órbita celeste, a todo lo creado: átomo u hombre, galaxia o luciérnaga. Lo anunció Malaquías: «Mas a vosotros, los que amáis mi nombre, os nacerá el Sol de justicia; y, en sus alas, traerá la salvación». Hoy, Jornada Mundial del Migrante. Día del que, como la uña de la carne, se desgarra de su tierra, de su casa, el que emigra y sale en busca de pan, de paz, de libertad, de aires nuevos en los que poder respirar y soñar. ¡Qué hermoso es, para el que emigra, poder silabear pan, paz, libertad! Dios también fue migrante: del cielo a la tierra, y, ya en la tierra, de Belén a Egipto, y, luego, vuelta a Belén, donde se hace maestro en carpintería y en dialogar con su Padre. Y, al fin, luego de la muerte en cruz –la más terrible emigración: bajó a los infiernos– y su resurrección, de nuevo al cielo, sin irse de la tierra, quedando en su Palabra, que es verdad y vida. Palabra en los que muchos habitamos. Y por la que podemos existir y deletrear amor, libertad, alegría, sin dejar de caminar, Diario, y sin que se marchite la esperanza en la vida futura: o vivir en la claridad de Dios (13:12:00).

sábado, 26 de septiembre de 2020

26 de septiembre de 2020. Sábado,
LOS QUE VIENEN DETRÁS

Todo queda en ruina, si no hay paz. Cesarea Marítima. Israel. F: FotVi

-Rezo para que, entre todas las palabras, pueda decir, sin trabarme, amor: sin que la lengua se me haga un trapo, un lío. Y que en vez de amor, pueda decir ira, o arco con flechas, o simplemente desafecto. O la más terrible: guerra. Tengo miedo por la guerra que empieza a perfilarse en este país de conflictos. En las guerras, primero se incendian las palabras, y, luego, los arcabuces que maneja el odio. «¡Señor, que pueda decir amor». Es la petición, que cada día –y como el «Señor, ten piedad» de las letanías– más me acude a los labios. Como al pájaro el canto o al silencio sus ruidos interiores. Es mi despertar y mi sueño, mi invocación de andar por casa. Tengo miedo, no por mí, que estoy tocando ya el ocaso, tan bello –mirad cómo caen las hojas de mi árbol–, sino por los que vienen detrás –Candela, los niños de su cole, los demás niños de esta tierra, tan llena de coces y trincheras, y en la que alguna vez se hizo la Paz y se vivió en ella, progresando, felices–, que recogerán, como fruto yermo, lo que nuestras arbitrariedades y torpezas les dejen. Niños de este país, tan hermoso en paisajes y vidas nobles, rezo por vosotros, para que no caiga sobre vuestras cabezas la maldición de Caín: la de la lucha entre hermanos: el desplome del cielo sobre la tierra. Que no se pueda decir, Diario, aquello de Jardiel Poncela, dramaturgo: «El que no se atreve a ser inteligente, se hace político», matando así todo atisbo de sabiduría, de sentido común, de altura de miras. «¡Señor, que pueda decir amor» (12:07:01).

viernes, 25 de septiembre de 2020

 25 de septiembre de 2020. Viernes.
EL GRAN DRAMA

Esclavos de las pandemias, pendientes del Amor. F: Ecclesia.

-Si digo Amor, estoy diciendo Dios. Se trata solo de un intercambio de palabras. Dios y Amor coinciden en número de letras, y en el significado de sus contenidos. Si digo Dios, estoy diciendo Amor, y si Amor, se me aparece entre los labios la invisible realidad de Dios. Dios y Amor, pues, aleteando en mi boca, como el verso de un poema o el pan que mastico. Dios es el pan espiritual recién horneado que cada día yo muerdo para mantener en forma mi espíritu. Andaba yo en estas consideraciones –tan de Escritura, tan de teología– feliz, cuando se me ha hecho presente el gran drama de la pandemia en España y en el mundo. Teología del sufrimiento. Me lo ha recordado la lectura del Boletín de Ayuda a la Iglesia Necesitada. Leo: «Por primera vez, muchos hemos compartido en nuestras carnes el dolor, el miedo, el sufrimiento y la incertidumbre con tantos hermanos nuestros que arrastran desde años otras pandemias como el ébola, la guerra, la injusticia, la pobreza o la persecución. Y ahora, el coronavirus». Tras leer esto, que me ha conmovido, han tomado más fuerza las palabras Dios y Amor; o el Amor del buen samaritano Dios. Un sacerdote venezolano –la mano samaritana de Dios– advertía: «O nos mata el virus o nos mata el hambre». Luego añade que, en su oración, «pelea con Dios». Qué bonita expresión: «Pelear con Dios», o pedirle su intervención con lágrimas en los ojos y los puños cerrados; y añade: «pero la fortaleza viene de Él». Y es que, Diario, si digo Amor, Piedad, Samaritano, estoy diciendo Dios (13:09:18).

jueves, 24 de septiembre de 2020

24 de septiembre de 2020. Jueves.
MÚSICA Y ACORDE

Oyendo la música de Dios, en la cascada. De la prensa.

-Vino la música, y elevó la oración. La sacó de su monotonía y la agitó con pentagramas, corcheas, belleza. La oración, que ya era música, se hizo así variación, algarabía de notas, armonioso acontecimiento galáctico. La oración abre sus alas y, en la música, vuela, y su vuelo no tiene fin, cruza espacios, la infinitud, hasta dar con Dios, que hace su Vida en el Acorde de la Trinidad. O Dios en el Amor, sonido de existencia, de presencia. «Tres personas y un Amado / entre todos Tres había», canta San Juan de la Cruz. En el principio, Dios hizo la música: ¡creó el universo! Música sin acorde aún. ¡Luz dispersa! Dejó sus notas musicales desparramadas en las aves, las selvas, las estrellas, las cumbres, el mar, la Palabra. Dejó sin acabar el gran acorde total, que, inspirado por el mismo Dios, reuniera todas las notas de cada una de las fracciones en que estaban divididas y las acoplara, las ajustara, como la Trinidad de Dios su hace Uno en el Amor; es decir: hiciera la música de las cosas partitura, conjunto armónico, inmortal sinfonía, concierto. Las palabras, pues, en la oración y el amor, con la música, se hacen acorde, coral, se engalanan de gozo, y bendicen, y ruegan, y cantan en los labios y se hacen danza en los pies, e introducen emociones en el corazón. Dios crea –y recrea– desde el Amor. Y, desde el Amor, Diario, compone la música de las cosas, oración volátil, melodías inacabadas; melodías que más tarde el hombre ordena, ajusta, y las convierte en Acorde trinitario de Amor al que vislumbrar y cantar, rezando, haciendo arpegios con el corazón (12:24:19).

miércoles, 23 de septiembre de 2020

23 de septiembre de 2020. Miércoles.
EL VIRUS Y LA POLÍTICA

Creían que no se contagiaba, los políticos. El País. 

-Duermo bien, y me da miedo despertar. Todo está embarrado, emborronado, una vez más, de pandemias: la viral y la política. Despiertas y te metes en el fango y el tizón, la ceniza, del virus y de lo político. El virus no da tregua. Se extiende como una mancha de aceite perversa y airada, aniquiladora; y la política, que, en vez de mirar al virus para destruirlo, o contenerlo, se mira el ombligo, y se complace en sus errores; errores que, al darse cuenta de que lo son, en menos que cae una hoja del árbol, los carga, sin pudor, sobre la espalda del adversario. Los políticos se tiran, como confetis, pifias y yerros, atrocidades. Las malas aves nos persiguen. Menos mal que, al despertar, y después de los miedos, leo la prensa y descubro que no todo es malo en el mundo, que hay luz en muchos ojos, y miradas limpias, y corazones que laten bondad y destellos sin sospechas. Leo en ABC: «Italia acogerá a 300 refugiados de Lesbos a la iniciativa de un Movimiento Católico, la Comunidad de San Egidio, en Roma». Dios nos deja su bendición con acciones solidarias y radiantes como ésta. Lo que la política nos quita por un lado, Dios nos lo da por otro; Dios, el que cada día da de comer a los pájaros, que, agradecidos, cantan y honran al árbol –y a Dios– con sus himnos (11:20:47).

martes, 22 de septiembre de 2020

22 de septiembre de 2020. Martes.
EL OTOÑO

Hojas en la tierra: vuelven a su raíz. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Ayer me metí en filosofías, hoy anuncio una buena anoticia: ha llegado el otoño. Aunque con el virus y la zozobra de su poder en alza. El virus –desde hace meses– reina en el mundo, coronado de maldad y dientes largos, como los del lobo que masticó a Caperucita. Pero el otoño es la liberación del verano, lo calma, lo endulza, lo tiñe de candor. En otoño caen las hojas: la alegría y la belleza del árbol pasan a ser alegría y belleza en la tierra. Los árboles se desnudan y la tierra se viste con ropajes de primavera, pero ropajes dorados. El otoño rebaja la soberbia del verano, le quita espuma a su cerveza. Lo que me ha hecho pensar: «En el otoño de la vida, empieza la primavera de Dios». En Dios, todo, y siempre, como Origen y Aliento de las cosas está rebrotando, retallando: la luz –«hágase la luz»–; la vida –y Dios se dio como exhalación–; el amor –envió su Hijo al mundo–; y la eternidad –la promesa–. En Dios, y a cada momento, como un incendio alentado por el viento, están renaciendo, resucitando las cosas; y esa es la razón, Diario, por la que un servidor ama y festeja estas cosas, que viven en ese soplo –palabra– de Dios, en continua creación (11:57:45).

lunes, 21 de septiembre de 2020

21 de septiembre de 2020. Lunes.
MATEMÁTICAS DE DIOS

Movimiento continuo, en el avión. Viaje a Alemania. F; FotVi

-Si lees a un filósofo ateo, agnóstico, te dirá que Dios ha muerto, Nietzsche. Sin embargo, otro filósofo, Newton, decía que «Dios explicaba la existencia del movimiento en el mundo». Y Richard Feynman, premio Nobel de Física, decía: «El universo se rige por reglas matemáticas y esto es un misterio, una especie de milagro». En el universo, pues –(galaxias –racimos–, estrellas –miríadas–, mundos – infinidades– y un planeta, único, azul y con vida, la Tierra) entran las matemáticas: un dedo divino escribe en la pizarra del infinito y crea las ecuaciones algebraicas, las potencias y raíces, la inmensidad del enjambre del cálculo, que va resolviendo incógnitas y haciendo que surjan otras, y todo, dentro de un orden, invariable, lógico, que hace que todo se mueva según las leyes preestablecidas. Es el misterio, el milagro, al que la ciencia no ha sabido dar respuesta. La ciencia, que un día dice esto, y al siguiente, lo otro. No está segura de los números que hace, porque antes o después, estos números chocan con el orden del universo que sí está reglado y numerado según una inteligencia –las matemáticas de Dios –superior, y se deshacen. Y es que como decía Kierkegaard: «La fe no contradice el conocimiento, va más allá del conocimiento». El cristianismo es luz, que a veces, Diario, se oscurece, hasta lastimar la fe del creyente, que palpa y no toca, que habla y sólo le responde el silencio, o las matemáticas de Dios, que, sin embargo, brillan –y hablan– en los cielos, y hay que entender su lenguaje (2:31:09).