25 de mayo de 2022. Miércoles.
NO REPETIRME, NI CANSAR
NO REPETIRME, NI CANSAR
-Hoy miércoles, cuando ya el barco de mayo se vence hacia la popa, me pongo a hacer recuento de todo lo que he escrito, o casi; de lo que soy, por tanto. Uno se muestra más en lo que escribe que en lo que dice, y aún más de como se ve en el espejo, o lo ven los demás. Mirarse en el espejo es decirse a sí mismo lo que uno es, pero en una sola dimensión, y plana; el escribir, sin embargo, es decirse uno, y, aun con miriñaque o disimulos, en tres dimensiones: te ves de proa y de popa, de babor y de estribor, y aun el cabello revuelto por el viento. Es decir, el escritor, cuando escribe, se retrata de cuerpo entero, pero no sólo por fuera, sino especialmente por dentro: abre las naves abovedadas y murmurantes de su alma y las deja decirse en el escrito; al que escribe sin decir nada de sí mismo no le salen ni Drácula (¿qué me dices, Bram Stoker?) o Frankenstein (¿no es así, señora Mary Shelley?). Shelley, como poeta, decía la fontana de su alma; Mary, su señora y novelista, decía en su obra Frankenstein los claustros de sus miedos, recorridos por espectros góticos, otra dimensión del alma. Pues, ordenando mis libros, mis artículos, mis ensayos, etc. (no muchos, como ya he dejado escrito, y todo «por no repetirme, ni cansar, ni cansarme»), estoy poniendo mi vida en orden. Cada libro que coloco en el anaquel se revela, sin dramatismos, como un poco de mí, con un título y una incógnita –mi incógnita–, allí expuesto; expuesto para ser latido del polvo y del tiempo, y de la curiosidad del que lo coja para leerlo. Y si alguien viene y coge un libro mío, y lo lee, que no sea severo con mi alma, aunque lo sea con el libro, que mi alma se hizo de vuelos y caídas, y luces y acuarelas de sombra. Sobre todo con acuarelas de sombra. Por eso, Diario, he escrito poco, para no dispersarme y ser así poco en la excelencia o simplemente poco, y no importunar ni cansar, pero sí tal vez hacerte volar en los sueños (18:34:04).