22 de julio de 2020. Miércoles.
BROTE
Primavera en el naranjo, brotando. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Recuerdo el tiempo en
que, cuando oía decir «brote» –¡«brote», «brote»!– en seguida me venía a la
mente la visión de un paisaje de árboles y hojas nuevas, de pájaros felices, de
capullos de rosas abriendo. Era como decir primavera. ¡Ah, la primavera! Y en
mi imaginación, entonces, se echaban a volar mariposas y sueños, y hermosos
despropósitos, como el del baño prohibido en el río o el de subirnos a los árboles,
descalzos, a coger albaricoques, éstos con la gota dorada de miel a punto de caérsele
del interior. Ahora digo «brote» sin euforia, para en seguida toparme con el
miedo, con la sombra de la perfidia. De inmediato pienso que me está observando
el virus, estudiando mi debilidad, lamiéndose sus microscópicos labios, para,
en el más mínimo descuido, entrar dentro de mí y morderme una célula donde poder sobrevivir.
Decir «brote» y «rebrote», Diario, es como hablar sin mascarilla: la sola
palabra infecta, entristece, te ensaliva de miedo; tengamos cordura y evitemos
los rebrotes, que el año próximo no nos dejen otra vez sin primavera (18:48:43).
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