3 de julio de 2020. Viernes.
ARDEN LOS CIELOS
Se llueve el cielo, en Murcia. F: FotVi |
-Un día más de calor, abusivo,
irreverente, encendido. Arden los cielos y la tierra echa humo, como una implacable
barbacoa. Barbacoa en la que se tuestan cuerpos humanos. Solo nos consuela
pensar que si nos lavamos las manos –y lo hacemos–, alejamos al covid-19 y nos
refrescamos. ¡Ay, el consuelo del agua, ese don, ese trago, esa claridad, a la
que apenas respetamos! Llenamos los mares de llagas, de plásticos, de miseria,
de ayes que no oímos. Mueren los ríos, los océanos, y se vislumbra el final. En
estos días de pandemia, y en uno de los reportajes de una ONG, se ve a una niñita,
creativa, hacendosa, lavándose las manos con fruición infantil, en un grifo público,
en África. África, donde a veces todo es limitado, indigente, pero luminoso. Esa
niña lavándose las manos es la pequeña llama que alumbra la pobreza, que
hermosea el agua que aparta de sus manos la terrible pandemia que no avisa y mata.
Con qué cuidado, con qué piedad, con qué ternura toca el agua y la deja correr
hacia el huerto cercano, donde se hará hortaliza o cereal, en todo caso, bocado
que alivie el hambre. La pobreza bendice y celebra cada chorro de agua; muchos
de nosotros, Diario, la usamos y la dejamos ir, sin darle las gracias, sin
pensar que si nos faltara, moriría la vida, todo sería un infinito cementerio (19:06:25).
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