4 de julio de 2020. Sábado.
CANON DE BELLEZA
Belleza ortodoxa, en Sinaia. Rumanía. F: FotVi |
-Es hermoso ser mujer;
es hermoso ser hombre. Pero hay algo más hermoso: ser persona, con un cuerpo
atado a la tierra y un alma que vuela. «Como el árbol», me podéis decir. El árbol
tiene unas raíces que lo atornillan a la tierra y unas ramas, hojas, fruto que
lo elevan al cielo, pero sin vuelos. El vuelo, en la persona, es el del espíritu,
que, aun estando en el cuerpo, puede romper sus límites e incrustarse en las
estrellas, y caminar por los astros como aquel Principito de Saint Exupéry. En
la antigua Grecia había un canon de belleza que solo hacía referencia a la
hermosura del cuerpo: el ideal de belleza masculino era el atlético, y el de la
mujer, la fragilidad y la delicadeza, la esbeltez delicada. Y llegó el
cristianismo, y corrigió todo esto: la belleza nace en el interior, dice, y
crece hacia afuera, como las ideas o las palabras, o los anhelos de eternidad. El
espíritu es la dimensión divina de la persona, que, no obstante, respira en la
tierra, y que es a la vez, con la misma dignidad, hombre y mujer; es decir: la perfecta hermosura humana, o la gloria de Dios, Diario, expresada en el hombre y en la
mujer, su imagen (18:20:27).
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