12 de diciembre de 2020. Sábado.
BESANDO LA TIERRA
BESANDO LA TIERRA
-Sale el sol y sube la temperatura: ¡se emociona el
día! Y las palomas, y el gorrión, y la rosa, y mis labios, que alaban a Dios. Dios
pone palabras en mi boca; palabras que pruebo y que hago sílabas, y, silabeándolas,
las digo, las goteo, y hay más día emocionado. ¡Me envuelve la emoción del día,
su excelsitud sencilla! Aunque en el ambiente se palpe la tristeza, por tanta
muerte, por tanto desgarro, por no saber adónde vamos. O sí lo sabemos; dice
Chesterton: «La alegría es el gigantesco secreto del cristiano». Para hallar la
alegría, no mires en tu derredor, mira dentro de ti y, si olvidas tus prejuicios,
la hallarás. Dijo Jean de La Bruyere, escritor y moralista francés: «Conviene
reír sin aguardar a ser dichoso, no sea que nos sorprenda la muerte sin haber
reído». Sería muy triste morir sin haber reído, sin haber dejado a la boca que
exultara, sin haberla llenado de mariposas blancas: huérfana, pues, de celebraciones. Riamos
con los políticos como chiste, como chascarrillo, como ocurrencia, con sus
grandes sueldos y su poca gracia. En todo caso, pongamos nosotros la gracia. Desternillémonos
de risa, por no llorar: no merecen nuestras lágrimas. Y como dice un escritor y
poeta hindú, Thich Nhat: «Caminemos como si estuviéramos besando la tierra con
los pies». Y en ella, en la tierra, a Dios, que la pensó, y la dijo, y, con la
luz estallando en su boca, fue la tierra, y su esplendor. Caminemos, Diario,
sobre su Creación, respirando y escuchando su presencia: es dulce como un panal de miel (11:01:28).
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