domingo, 13 de diciembre de 2020

13 de diciembre de 2020. Domingo.
LA BOCA LLENA DE AZUL

Cáliz de luz, en Estambul. Turquía. F: FotVi

-Con la boca llena de azul, esta mañana digo gracias. Gracias por vivir, por soñar, por ser libre. Me viste la libertad, que, luego del don de la vida, es el regalo más bello: por el que sigo amando. Parafraseando a Descartes, podría decir: «Amo, porque soy». Amo a Dios y a las cosas de Dios: las obras de sus manos. «Si el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres», dice San Pablo en su carta a los Gálatas. Esta mañana, nos hemos reunido los ancianos de la Casa, y con mascarilla y los ojos iluminados, hemos celebrado la eucaristía, que es amor y partición, y canto y plegaria, y sacrificio y acción de gracias. Y, en su conjunto, un ejercicio fascinante de libertad: y con Dios, amando, a nuestro lado. Diciéndonos la alegría de la salvación, con la que nos gozamos los cristianos. Cada vez que abrimos la eucaristía, llamamos la atención de Dios: es como tocar en la puerta de su amor. Ahí están sus palabras, sus gestos, su muerte, su resurrección; ahí está el Jesús bondadoso que cura enfermedades y libera esclavos, el que dice: «Levántate y anda», y hay crecida en la fe y en la esperanza y en el amor, como un río que se desborda. «La eucaristía tiene el puesto central en la iglesia, porque es ésta la que hace a la iglesia»dice el Papa Francisco. En la Casa, con la pandemia, todo lo hacemos individualmente, en precavida soledad; la misa, sin embargo, la hacemos concelebración. Recordamos las palabras de Jesús: «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Y, aunque separados los cuerpos, Diario, nos hacemos gavilla en el espíritu, manojo de oración, haz de voluntades que rezan al Señor. Destello enorme de luz que, sin duda, Dios ve y celebra, y ama (18:23:33).

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