6 de diciembre de 2020. Domingo.
HIMNOS GRANDES
HIMNOS GRANDES
-Domingo, Misa, y Constitución, hoy: los tres
himnos grandes de la alegría. Y con Beethoven, escribiendo la partitura: aquí –piensa
y anota Beethoven– un violín de serenidad, allá una trompeta de lucha, y, al
final, el gran acorde que acoge, como una paloma que pliega sus alas y
resguarda a sus crías, a la esperanza: o la expectación de algo nuevo y virgen,
terriblemente hermoso, que anuda la garganta y hace derramar lágrimas de
alegría al que escucha. Lágrimas emocionadas, veraces. Agavilladas en torno a
la luz del anhelo, de un mañana venturoso. Es domingo, día del Señor: que es
como lanzar una cometa al aire y que vuele, pero anclada, no obstante, al suelo
por el hilo de la fe. Y ahí está el sol en su cúpula inmensa, que nos grita promesa,
ilusión, que nos dice que siempre hay un más allá. Y Misa, para dar gracias. Y
en la que se nos pide hoy que tendamos puentes, no de frío y rígido hormigón,
sino formados con ingeniería de palabras llenas de evangelio; es decir, palabras
que digan a Jesús en acción. Palabras de fe y de amor que se acerquen al pobre
y al desvalido, en nombre de Jesús, como alivio y mano tendida, mano dadivosa y
amiga. Manos que prometan y den justicia, y anuncien la paz, y, en la paz, la libertad.
Y Constitución: esfuerzo colectivo de armonía y progreso, Diario, sin
demonios –con moños erizados– que la perturben y ericen, que la conviertan en
contienda y no en casa común; casa llena de bocados para todos y en la misma mesa, y,
si es posible, con la misma señal de la cruz, bendiciendo (13:10:42).
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