29 de septiembre de 2015. Martes.
TRES DE POESÍA
(con Luis Alberto de Cuenca al fondo)
Otoño, en ABC. Año 1970. |
-Una de poesía: oigo cantar a un pájaro (11 horas del día), un gorrión;
de metal y agua su canto, terco, aunque ensoñador. El otoño llega con pájaros y
lluvia, bondadosamente sonoro, con bondad otoñal. Otra de poesía: ayer, el Hada
de los Premios dio en tocar con la varita mágica de un premio a un español, Luis
Alberto de Cuenca, que, por serlo..., se
sentirá español. «Embrujado jardín. / En un estanque, / desnuda, / te
recojo. / Me parece que tengo entre los brazos / otro jardín». El poeta es así:
sueña que sueña sueños y los dice. Hasta emocionar el alma, hasta herirla. Luis
Alberto de Cuenca, o el maestro de la magia verbal, con destellos de ironía,
también mágica; poética por tanto. Leer a Luis Alberto de Cuenca es tener entre
los labios, masticado y hecho carne propia, «otro jardín». Y otra (de poesía),
ésta del poeta de Dios Isaías: «Tú cuidas de la tierra, la riegas / y la
enriqueces sin medida; / la acequia de Dios va llena de agua, / preparas los
trigales; riegas los surcos, igualas los terrones / (…), rezuman los pastos del
páramo / y las colinas se orlan de alegría; / las praderas se cubren de
rebaños, / y los valles se visten de mieses, / que aclaman y cantan». Esta
mañana, mientras me dejaba asaltar por la lluvia, calándome, he rezado este
poema, juntando en la boca lluvia y palabra, como un milagro; es decir, he reunido
en los labios agua y plegaria; como ves, Diario, los dos elementos de toda
bendición (19:42:50).