22 de julio de 2021. Jueves.
EN SAN PEDRO DEL PINATAR, ME DETUVE, Y TOQUÉ EL SILENCIO
-¡Hoy he vuelto a ver el mar! Después de rezar, he visto el mar. El mar me llena como si comulgara naturaleza. La oración se me enciende en la boca, el mar –la otra plegaria– me arde en los ojos. El mar es contemplación, sus variaciones son la melodía del órgano que interpreta, con Bach, la obra de Dios. Dios nos ha regalado la naturaleza para que, desde el asombro más íntimo, más espiritual, lo vayamos descubriendo a él. Aunque, a veces, el mar sea insultado –contaminación, deshechos, abusos –, él a cada instante se renueva para decirnos que es belleza pensada y moldeada por Dios. Dios, en el mar, es pintor e ingeniero de geometrías inverosímiles, irrepetibles, de líneas magistrales. Hoy, como aquel día de niño, y cogido de la mano de mi padre, he podido decir: «¡Papá, qué grande es el mar! ¡Es como el campo, pero hecho de agua!». Y mi padre: «Sí, hijo, hecho de agua». Entonces el mar no se movía, tenía la quietud de la mariposa que se detiene en la flor y chupa su polen. Hoy el mar, Diario, estaba un tanto agitado, era la mano de Dalí pintando Muchacha en la ventana. O Dios, que, con su mano, lo movía un poco, para hacerlo un cuadro viviente, itinerante: belleza removida (18:28:40).