19 de mayo de 2020. Martes.
SAN JUAN PABLO II
En Wadowice, pueblo donde nació el Papa Juan Pablo II. Polonia. F: FotVi |
-Anteayer, San Juan Pablo II,
habría cumplido 100 años. Fue un hombre de bien que se forjó en el dolor y la
fe: los mismos signos de la cruz. Jesús crucificado sufre y mira al cielo.
«Padre, ¿por qué me has abandonado?» Pero, al poco: «A tus manos encomiendo mi
espíritu». Sus dolencias las hace oración, diálogo con Dios, contemplación. De
igual modo, la juventud de San Juan Pablo II fue de sufrimiento –había perdido
a su madre, a un hermano, a su padre–; de vivir ocultándose –la llegada de los
nazis, el seminario clandestino, el dominio soviético posterior–-, pero también
de esperanza. La fe de su padre lo forjó en la expectación, en la espera: le
hizo ver y soñar con un cielo y una tierra nuevos. Su padre murió cuando el
joven Karol empezaba a trabajar como obrero en la fábrica Solvay, en Zakrzówek. Se ofreció como transmisor de la
palabra que le había hecho fuerte: el evangelio, el mismo que había forjado e iluminado
su vida. Se convirtió en «Papa del mundo». Visitó 129 países de todos los
continentes. Hablaba 10 idiomas, y siempre saludaba en la lengua de aquel que
le escuchaba. De este modo atraía a católicos y no católicos. Fue el primer
Papa que visitó una sinagoga, la de Roma, y una mezquita, la de Damasco. Pontífice
significa «constructor de puentes». Él los construía entre naciones; pero también
entre religiones. Juan Pablo II inventó la Jornada Mundial de la Juventud, en
la que tantos jóvenes han visto iluminadas y quizá salvadas sus vidas. Fue el
primer Papa en visitar Auschwitz y condenar el Holocausto. En aquella ocasión
dijo: «En este lugar donde ha sido pisoteada de modo
tan pavoroso la dignidad humana, se ha conseguido hoy la victoria mediante la fe
y el amor». Ahí, en Auschwitz, el género humano se llenó de indignidad,
pues pisoteó la dignidad de sus hermanos los judíos. Juan Pablo II, con su visita y sus
palabras, restauró, en cierta medida, esta dignidad deteriorada, tendiendo un
puente de misericordia y de amor, y, como diría San Juan de la Cruz, Diario, recorriendo
el camino de Dios, siempre bajo el temblor y el aturdimiento de una noche terriblemente
oscura, llena de silencios (18:00:54).