16 de mayo de 2020. Sábado.
DANDO UN ABRAZO
Mano abriéndose, para darse. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Apenas hablo del hombre político, que de ordinario,
al actuar, lo hace sin conciencia, o con conciencia interesada, deformada;
hablo del hombre normal, el que razona, discierne, actúa. Hombre con criterio, libre,
que abraza y no destruye. No hablo del hombre del puño ni del de la mano
alzada; hablo del hombre que alza la mano para saludar y la cierra para coger
la hoz, el martillo, la pluma, el bisturí, el microscopio. En estos casos, con
la mano alzada se abre la sonrisa y se aproxima la cercanía; y con la mano
cerrada se hace el trabajo y se afianza el progreso: el deber cumplido. Porque
todo lo demás es hacer mal humor, y sin risas que lo dignifiquen. El humor o
crea la sonrisa o es uva en agraz, sin color ni sabor. ¡Guaj! En su libro Movimiento Perpetuo, Augusto Monterroso,
el que contaba aquello de que “cuando despertó, el dinosauro todavía estaba
allí”, decía: «Todo lo que hace el hombre es risible o humorístico. En las
guerras deja de serlo porque durante éstas el hombre deja de serlo». Yo lo
traduciría así: el hombre normal es humor, gracia, ingenio; el político
–el que hace las guerras– deja de ser hombre y se hace ideología,
lobo doctrinal, odio. Se hace carro de combate o guerra bacteriológica. Nunca
ocasión para la mirada limpia y el corazón abierto, como una granada madura; es
decir, con Dios en la puerta de tu boca, diciendo bien y haciendo el bien,
diciendo paz y haciendo la paz, diciendo amor, Diario, y dando un abrazo (18:57:59).
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