16 de febrero de 2022. Miércoles.
PROSA Y POEMA
PROSA Y POEMA
-En la actualidad, los miedos son muchos y la esperanza, una; pero me da
que la esperanza puede vencer a los miedos. ¿Por qué? Porque, como diría el
poeta: «Es la hora de esperar en la esperanza». Y no porque la esperanza sea el
cabo ardiendo del pobre y el desesperado –cabo ardiendo: única salida–, sino
porque, hasta ahora, los sueños han ido venciendo siempre a los miedos (al fin
Ulises vence a sus fantasmas y besa a Penélope), y porque, al ser la esperanza
el sueño que anda en la mochila del poeta y de los libres, nunca falla. La
esperanza es como una torre de Pisa, que, aunque inclinada, resiste en su
verticalidad interior y en su belleza. Su arquitectura parece de derrumbe y, sin embargo, su verticalidad interior –su fe– la mantiene enhiesta. Gracias a esta
fe, sobrevive a las leyes de la gravedad; como la nieve, pese al sol, en los picos de las
montañas. La torre de Pisa, aunque torcida, mantiene, no obstante,
la plomada, que es ensoñación y libertad. El éxtasis de su fragilidad –su
poesía– vence siempre al dragón de lo rudo y prosaico, al murciélago giboso de
los miedos. La plomada de la ensoñación, que es la libertad, nunca se desploma.
Aun en tiempos adversos. Hoy, como el pájaro al día o la charca a las
estrellas, me pongo a decir estas cosas para que el que las lea y yo tengamos
constancia de que vivimos; de que somos, de que estamos. La vida es prosa
y poema, miedos y esperanzas. Pero en la que antes o después, Diario, acaba venciendo el
poema; es decir, la esperanza (10:35:48).