12 de agosto de 2022. Viernes.
LOS INVISIBLES
-«Hacer visibles a los invisibles», dijo la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, ante la visita del papa Francisco a esta isla italiana hace años. Europa, que es un extenso tratado de generosidad también lo es de hipocresía, no ve lo que no quiere. Los invisibles son los que, buscando una vida mejor, abandonan África y se encaminan en patera a Europa, dejando la vida a menudo en el camino del mar. Ese mar de olas y abismos, de odiseas y eneidas. A Lampedusa (a Europa), y en demasiadas ocasiones, sólo llegaban cadáveres, y cuando los dejaba ir el mar. Es el peaje que paga la pobreza por un sueño de esperanza. Soñar no cuesta dinero, suele decirse, y es verdad; pero, si vienes de la pobreza y te echas al mar soñando en un mundo mejor, puede costarte la vida. ¿Y en qué consiste el sueño? Sólo en salir de la pobreza. La pobreza es un laberinto (y con Minotauro y todo) en África y en el que no hay hilo de Ariadna que te pueda mostrar la salida. Para la pobreza de Teseo en África, parece no haber salvación. Hasta que llega el sueño: saltar a Europa, la rica, y poder así vivir con dignidad. Pero Europa, que es rica, también es insolidaria. En Europa se habla de derechos humanos, pero sin señalar para qué humanidad. Desde luego no para los africanos que tratan de eludir los abusos y la miseria de sus países de origen ni para los refugiados de Oriente Medio, que huyen de la guerra. El papa Francisco, en Lampedusa hizo una pregunta a Europa: «Caín, ¿dónde está tu hermano?» Y Europa no contestó, o lo hizo con una sacudida de hombros y diciendo lo de: «No sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» Abel muere y la indiferencia lo cubre con su manto de impiedad. Hacer visibles a los invisibles, porque, como diría Aldous Huxley, nada deja de existir porque se le ignore. Dios, Diario, también está en la pobreza, y se hace visible en el pobre, en su menguado equipaje (09:54:16).
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