domingo, 21 de agosto de 2022

21 de agosto de 2022. Domingo.
ETERNIDAD

Ascendiendo al infinito, en Éfeso. Capadocia. Turquía.

-Han emigrado los vencejos y, sin avisarnos, se nos va acabando el cigarro puro del verano, gracias a Dios. Su brasa, encendida como un rescoldo en el labio carnoso del señor de la mole humana, Orson Welles, tiene toda la pinta de ir apagándose. El gran bien o pesadilla del verano, al igual que el de la vida, es que no dura siempre. El siempre solo es flor perenne, que no se agosta, en un país llamado Eternidad. En cualquier otro lugar, es, cuando mucho, un destello de esa eternidad, pero en un mundo que no le corresponde. En el ámbito del tiempo, la eternidad es una utopía posible, y es posible tocarla (casi) en el siempre, aunque no se le parezca. Un siempre en el tiempo, es nada en la eternidad, porque en la eternidad no existe el siempre sino el ahora, sin ayer ni mañana; y aun sin hoy, si se piensa en eternidad y no en tiempo. El ahora de la eternidad es un modo incorrecto de hablar. En el lenguaje humano no hay nada que pueda definir lo que es la eternidad. Y qué hermoso que la eternidad no sea tiempo, porque como dice Wislawa Szymborska, poeta polaca, si lo fuera (tiempo) sería como acumular «diez mil antigüedades muy antiguas», una sobre otra, y nunca llegaría a ser eternidad. Mi siempre y mi eternidad son mi ahora mismo, pero en otra dimensión, en la dimensión de la espera, hasta dar con el auténtico ahora de la eternidad, la que pasa del tiempo y del espacio, y se centra sólo en el Ser sin fin, en Dios, donde, Diario, se eterniza el Amor (12:10:15).

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