19 de agosto de 2022. Viernes.
LA CALLE DE LA IRA
-Ayer comí con
Manolo Cuadrado, editor de mi último libro Palabras
y alas en el aire, y me divertí y reí como no lo había hecho hace tiempo.
Nos acompañaba Juan, nacido en Mula, antiguo seminarista y amigo desde la niñez
de Manolo. Fue un acontecimiento de tapas y sorbitos de blanco albariño, alegre
en la garganta y, una vez en el cuerpo, festivo durante el resto del día. De
este modo, dejé de sacar a pasear palabras por la calle de la ira, que es como
dejar que te estallen petardos en las manos, sólo que en este caso estallarían
en mi alma, donde habitan el aliento y los sueños, y otras hermosas palpitaciones,
y la destrozarían. Y yo no quiero tener el alma herida, ni enferma, pues
debilitaría en mí toda sensibilidad por lo bueno y lo bello, o por la estética
y la ética; es decir que, por la herida, se me escaparía el alma. Y, con el
alma, escaparía de mí todo lo que soy, sin dejar rastro, todo diluido en la
nada, como un vuelo de hoja sin otoño en qué posarse. Pues dicen que un vuelo
de hoja sin otoño en que posarse, vuela siempre, y acaba por diluirse en la nada. ¿Para qué sacar a pasear palabras por la calle
de la ira contra los «sicarios nacionalistas» que han «humillado, insultado y
vejado» a las víctimas del atentado en las Ramblas y Cambrils el 18 de agosto por
«proclamar públicamente» su dolor? ¡Yo, Diario, no saco a pasear palabras por
la calle de la ira! Mejor por la calle del amor, donde se hallan la
paz, el equilibrio, la esperanza, la lírica, el encuentro, y Dios, el que
siempre ofrece y nunca quita (18:05:16).
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