26 de agosto de 2022. Viernes.
CON VIENTO FRESCO
CON VIENTO FRESCO
-El calor, dicen, se va a ir debilitando, y yéndose (nunca mejor dicho)
con viento fresco a otra parte. Como diría un personaje de Muñoz Seca en su
obra Los robinsones: «Abrí la
ventana, entró el fresco, y se lo llevó todo». Que entre el fresco y se lleve
todo este desabrido y terco calor es por lo que suspiro y sueño. No el fresco
político (desde el “progre” al otro, el liberal), que nos hiela el alma y hasta
la esperanza, sino el auténtico, el físico, el que te permite respirar y salir
de tarde a ver árboles y nubes, y conversar sin el plomo del sol cayendo sobre
uno. Porque con el sol encima, hasta las ideas, mientras se platica a la
intemperie, se derriten y caen a los pies formando un charco. Ahora, en verano,
lo más largo que se nos ocurre decir cuando nos cruzamos con un amigo, es:
«¡Hola! ¿Estáis bien? Me alegro. Hasta pronto», y pies para qué os quiero. Y
una observación. ¿Os habéis dado cuenta que el frío congrega, apiña, y el calor
disgrega? En invierno, alrededor de la lumbre, con las manos extendidas; en
verano, la dispersión, la huida. En invierno, las palabras, aun con humo por el
frío en el aliento, salen más fluidas y cálidas, y más amigables. El frío
conserva; el calor pudre. O sea, que ya te habrás dado cuenta, Diario, que me
va más el invierno que el verano, y el otoño que la primavera. «La nieve –dice
Umbral– es tiempo en plumas»; o «ver caer la nieve es ver pasar el tiempo».
Pues eso: las plumas y el tiempo, todo es fragilidad amable y humana; y como dice
San Pablo: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte», para añadir: «en Cristo» (18:10:24).
No hay comentarios:
Publicar un comentario