27 de agosto de 2022. Sábado.
LUGAR DE VERSOS
LUGAR DE VERSOS
Volver a la Luna, para dar un segundo paso. Casa Sacerdotal. Murcia. |
-Dicen los americanos que vuelven a la Luna. El 20 de julio de 1969 a Neil
Armstrong lo echaron a volar por los espacios y recaló en la Luna, lugar de solo
versos y sueños hasta entonces. Antes, con sus De la Tierra a la Luna y Los
primeros hombres en la Luna, habían estado allí (llevándonos con ellos)
Julio Verne y H. G. Wells. Y, con su Viaje
a la Luna, también Georges Méliès, hombre de cine. Pero habían estado sólo
con su fantasía, en una Luna ilusoria e ilusionada. A Neil Armstrong lo
montaron, como a Don Quijote, en un Rocinante llamado Apolo XI y lo empujaron
camino de las estrellas y se plantó en la Luna real. Él, y dos Sanchos con él:
Edwin E. Aldrin y Michael Collins, pilotos. Y, ya en el mundo de las estrellas,
el 20 de julio de 1969, a las 15:15 horas, se posaba en el Mar de la
Tranquilidad del astro nocturno, diciendo un poco después para la Historia (de
los Sueños) aquella frase: «Un pequeño paso para un hombre. Un gran paso para
la Humanidad». Un paso por cierto vacilante, perplejo, humano; pero gran paso,
que dejó huella. Y en todo caso, a Neil Armstrong no le pudo la emoción. O la
disimuló tras la escafandra, donde se reflejaba el pedregal de la Luna, pero no
sus lágrimas, tal vez. Al pisar el polvo lunar, seguro que abrió viejos versos
de enamorados, claros de luna, romanticismos tristes, pero no se notó, porque
anduvo con mucha discreción y dando saltitos, como un gorrión asombrado, sobre
aquel suelo, virgen de errores humanos, aún, por celestial. Dejó unas huellas y
un sueño cumplido: la conquista de un cuerpo celeste, allá donde las estrellas
se arraciman para mirar a la Tierra y protegerla, y lanzar Perseidas, como
lágrimas, la noche de San Lorenzo. La Luna, tan cercana, que hasta se la puede
coger entre las manos en un charco de agua, o darle cabida en un verso: «Por el
cielo va la luna / con el niño de la mano», y que Lorca imagina, en la fragua,
vestida «con su polisón de nardos». Neil Armstrong murió a los 82 años. Eso,
sí: dejando su huella en la Luna y en la Historia, luego de casi tocar a Dios
en aquella su excursión espacial y cinematográfica, es decir, americana, y
digna de ser relato poético, y de fantasía, Diario, pero real (18:54:21).
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