25 de agosto de 2022. Jueves.
EL GOZO DEL AGUA
EL GOZO DEL AGUA
-A las cinco de la madrugada, tronó la noche, y, al poco, dando con
fuerza en los cristales, tamborileó durante unos minutos la lluvia, luego todo
quedó en silencio; el silencio ahogó al trueno y silenció a la lluvia, que se
durmió en las nubes, altas y volanderas. En este año de incendios y sequía, un
atisbo de lluvia no viene mal, aunque tenga la brevedad de un sello de correos.
Cuando oigo la lluvia, recuerdo el pasado. Siempre que anunciaban lluvia
empezaba a ensayar cómo poner las manos (el cuenco de las manos) para recibirla
y poder así llevármela a la boca, y beberla. ¡Beber la alegría del agua de
lluvia! O como suele hacerse en el desierto: sin detenerme, arrastrar la mano
por el agua, y, al paso, llevarla a la boca, y beberla. Pero no ha llovido; sigue
el desierto. Y sigue la sed de la tierra, que se muere de grietas, sus heridas.
El agua siempre es un bautismo de fe o de vida. Aunque para la fe pueda valer
un bautismo de deseo, sin agua, no hay bautismo de vida. Se desea la fe, y Dios
acude al deseo y deja la semilla de la fe en el alma. Por el deseo, se hace la
creencia. Pero sin agua, aunque haya deseo, la tierra fenece. Los primeros
estertores de infecundidad son las grietas. Y luego vienen el viento y la duna,
y el lagarto y la víbora, que certifican su defunción. Así como la fiesta del
primer día de la creación fue la de luz, la del segundo día fue la del agua.
Cuenta el poema del Génesis, que era tanta el agua al principio, que Dios hubo
de hacer un malecón, o firmamento, para separar así las aguas de arriba
de las de abajo: llamando –lírico Dios– a las de abajo mar. En el segundo día
de la creación, pues, el gozo del agua, que había de fecundar la tierra. Solo
en tiempos de maldición, ha faltado el agua. ¿Serán éstos, Diario, tiempos malditos?
No lo creo, Dios es misericordia, y amor, y nunca será ira o maldición, o eso espero (18:21:58).
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