16 de diciembre de 2020. Miércoles.
CORTINA DE HUMO
CORTINA DE HUMO
-Así como la noche nos regala el día, la Navidad
–Noche Santa– nos regala a Emmanuel: «Dios-con-nosotros». Como dice el poeta:
«El hombre, en lo Grande, / se hizo Mayor, / y Dios, en lo menos, / se
empequeñeció». La Navidad es tiempo de regalos: Dios nos regala su divinidad, que
acampa entre nosotros, y nosotros le hacemos el don de nuestra humanidad, que
es la tienda que le acoge y donde vive, y ahí, en esa pequeñez, disimula su
grandeza. Dios se esconde en la cortina de humo de la naturaleza humana, y desde
ahí redime. Alguien ha dicho que las personas más felices no son las que más
reciben, sino las que más dan. Y Dios nos da su divinidad por un pedazo
humilde, oscuro, terriblemente vulnerable, de humanidad. Tan vulnerable, que,
después de haber sido azotado, coronado de espinas, postergado por Barrabás, es
clavado en una cruz y elevado para, de este modo tan alevoso y vil, quedar sin
cielo ni tierra en los que pisar. Queda a expensas del viento, y del llanto
de las mujeres, que, aun viendo, no creen: el Maestro, crucificado. Y lloran. El
llanto de unos pocos –junto a las lágrimas de la Madre– es el regalo que la
humanidad le ofrece; lo demás es muerte y abandono, soledad de clavos y sed, silencio
de Dios y clamor delirante de la ferocidad. En esta Navidad, Diario, regalemos
humanidad, con pañales que calienten y villancicos que alegren. La Luz la pone
el Niño-Dios en el Portal de Belén. Luz que hace ver a la humildad que no ve, y
deslumbra y ciega a la soberbia que, sin ver, cree ver. La humildad vence: la soberbia se da bruces contra la sencillez y su esplendor, contra su belleza de charca llena de estrellas en el camino (13:20:20).