25 de octubre de 2020. Domingo.
GOLPES SECOS
GOLPES SECOS
-Al despertar y abrir los brazos, la serenidad
volaba en ellos. Todo era luz, árbol, vuelo de aves: «la naturaleza –me he
dicho– ha entrado en mi habitación». Y, como dice el salmo, ha nacido en mi
boca «un cántico nuevo a mi Señor». Canto a Dios, porque es quien libera y da paz
a mi vida. Pero canto y me lamento a la vez: la pandemia está dando golpes
secos en el cuerpo maltrecho de la sociedad. Hoy he oído en la misa: «Ama a tu
prójimo como a ti mismo», y he pensado en aquellos que sufren: o por el virus o
por otra causa. Ejemplo: por la pobreza; la pobreza de Cristo «cubierto de mendigo»; el
Cristo de nuevo crucificado –corona de espinas, clavos, lanzada del costado– en la cruz de la pobreza. También
por la soledad, por la que no ve ni oye a nadie cogerle la mano y decirle:
«Hola, ¿cómo estás?». Él, que está solo. Cristo solo en su cruz. Me apena que una
mañana tan enjabonada, tan pura, se embarre –humanamente– con la falta de una
justicia eficaz y hermosamente distributiva. No hay equidad, solo se acapara:
no existe el «nosotros», solo hay el «yo», traficante y cruel: el rico Epulón
que desprecia al pobre, que –lleno de llagas– sigue al pie de la mesa de su
despilfarro. Menos mal, Diario, que Cristo está ahí, haciendo posible un
cántico nuevo, coral, evangélico, en el que vuelven a oírse las
bienaventuranzas, por las que corre la sangre salvadora de la Cruz, la que bebemos con descuido, a veces, en el cáliz, la nacida en el lagar (18:00:28).
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