10 de abril de 2021. Sábado.
PRIMERAS PALABRAS
PRIMERAS PALABRAS
-Vuelvo a despertar con lluvia en el asfalto y palomas en el cielo: las
primeras palabras de mi rezo. O la emoción de las palabras. Despertar diciendo
luz, vuelo, agua, plegaria, Dios, es llevar a tus labios el asombro –la fascinación–
de las palabras: su carne y su clamor en la boca, y la plenitud de masticarlas.
Luego queda la esencial: «Vivir»: otra exclamación de claridad, de
luminiscencia; y la que le sigue: «Libertad»: la bella expresión del vuelo, con
aroma de ensoñación. Vivir volando, aunque los años y la política traten de
cortar tus alas, es una aventura de columna tallada que permanece y sostiene el
bello edificio de la persistencia, de la tenacidad, de la sabiduría. La ley de
la eutanasia se da de bruces contra este templo de la vida, que es la
ancianidad. Sin embargo, estos bárbaros de la utilidad y del lucro, del
dividendo, carecen de fe en el arraigo y la categoría de la vejez. La poesía de
la ancianidad sigue palpitando aún como un Stradivarius, que, no por viejo,
suena peor. Leo esto de los Stradivarius: «Las características sonoras e
individuales de estas obras de arte son únicas». Y lo único es contrario a lo vario,
a lo heterogéneo, a lo diverso. Aunque con lo vario, con lo otro –la orquesta–
haga música celeste, de vibración de río, de pulsaciones del alma. «Ah, quién
fuera Stradivarius para que te valoraran», me he dicho; pero, de inmediato, he
dado marcha atrás: los cínicos y agoreros, los insensibles, nunca darían su
brazo a torcer: dejarían morir al anciano y salvarían al Stradivarius. Terrible.
Yo, Diario, vivo en Dios y en las palabras, y en los silencios que dejan las
palabras, que tanto me dicen de Aquel y de éstas; y lo hago, llevando mi vejez
con la alegría del que, por la bondad de Dios –el siempre optimista–, ha vivido
y puede cantarlo, asido, cosido siempre a la esperanza (13:23:32).
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