viernes, 20 de noviembre de 2020

20 de noviembre de 2020. Viernes.
VELAR

Oración blanca en el azul. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Esta mañana ponía yo en mis labios esta oración nacida de la fragilidad –que, como dice San Pablo, te hace fuerte–, y de la esperanza, que consiste en intentar tocar la plenitud con los dedos de la fe. Decía yo: «Vela, Señor, sobre mis pensamientos, palabras y obras, a fin de que mi día sea agradable a tus ojos». Le digo al Señor que «vele», no que me imponga, no que me obligue –Dios respeta toda libertad–, sino que custodie mis pensamientos, origen de mis decisiones, pues ellos son el bosquejo de lo que serán luego las palabras. Toda palabra es antes idea, una sensación, en la que se concreta lo que antes fue reflexión. La palabra capta una idea, la envuelve en letras, sílabas, las hace sonido, voz que se dice, que comunica, agitación en la boca: mensaje que habla. Y la palabra, así inspirada, se hace obra, conclusión atónita, creación, objeto maravillado, dicho. El trabajo, la faena, cualquier obra, pues, es la palabra que da a luz, que ilumina lo nacido de su vientre, que lo hace cosa con nombre, o apellido que califica al nombre. Tener nombre es tener identidad, saberse cosa que existe: como agua, viento, pájaro, sueño, mar, gracia, santidad. Si Dios «vela» mis pensamientos, Diario, las palabras que broten de ellos serán palabras aseadas, sin tachaduras importantes, palabras que realizarán la obra –afán, trabajo, zureo– «agradable a los ojos de Dios» (13:13:08).

jueves, 19 de noviembre de 2020

19 de noviembre de 2020. Jueves.
COLOR DE FRUTA OXIDADA

Bruma en el cielo, bruma en la tierra. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Este día gris, con neblinas bajas, casi a ras de calle, me recuerda el miércoles de ceniza, día del borroncito oscuro –una raya de noche– en la frente del creyente, y con el que da comienzo la cuaresma. Tiempo este de oscurecimiento del cuerpo, y brillo, llameante, del espíritu. Es lo que me lleva pensar en que alguna vez no estaría de más recordar de dónde venimos y a dónde vamos: que somos ceniza, residuo, el resto de lo que ha ardido. Un montoncito, gélido, de nada, con alma. Dejar, por momentos, los humos y acudir al fuego, abandonar la soberbia, la altivez, y darle forma, entidad, a lo humilde, a nuestro origen desnudo. «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo allá retornaré», dice Job; y sigue: «Dios dio. Dios quitó. Sea bendito el nombre del Señor». Es la alabanza que nace de la ceniza, del abatimiento, de la escoria, porque la vida puede más: la vida –con la fe– «mueve montañas», sacándolas de sus cimientos. Como dice Luis Rosales en su libro La casa encendida: «Es un sonido de algo interior que vibra», que aletea, y vuela. Este día de comienzo gris, como de color de fruta oxidada, debiera hacernos recapacitar en nuestra debilidad, en nuestro origen arcilloso. Sobre todo a los que se consideran grandes de la tierra, o señores de la banalidad: como jueces sin justicia, mitrados con dogmas y tal vez sin evangelio, políticos montaraces, inciviles, en Falcon o con moño respingón, ridículos actores del teatro del absurdo de Beckett, el que esperaba a Godot, sin caer en la cuenta, Diario, de que Godot –Dios– podría estar en sus personajes, pensando, riendo, tal vez llorando –ejemplo– por la nueva Ley Celaá –muestra destructiva de cómo la ideología mata la fraternidad, la igualdad, la libertad–, y soñando en un mundo nuevo, armónico, sin tintas negras en el rodar de su historia; un mundo, sencilla y hermosamente, habitable (12:35:42).

miércoles, 18 de noviembre de 2020

18 de noviembre de 2020. Miércoles.
SONIDOS ILUMINADOS

Bóveda con música, iglesia de la Anunciación. Nazaret. Israel. F: FotVi

-Esta mañana, en Laudes, la música cantaba a Dios –en mis labios–, y sonaba así en el Libro de Judit: «Alabad a mi Dios con tambores, / elevad cantos al Señor con cítaras, / ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza». La música es acorde, conjunción armoniosa de instrumentos y voces, compás, medida, sonidos iluminados. La música nunca fue Babel; es decir desorden o anarquía, laberinto. Negrura en sus compases, desajuste de sonidos. La Biblia es muy sensible a la música y a la belleza que ella sublima. Dice el Génesis (4:21) que Jubal –nombre arroyo, corriente, música–, hijo de Ava, y descendiente de Caín, fue «padre de todos los que tocan arpa y flauta». En la Biblia y en los libros clásicos se dice que hasta los pastores tenían su lira, su flauta hecha de cálamo, de caña. Y cantaban a Dios o a su amada. En la Biblia, Dios es el receptor de las flechas armoniosas y líricas del amor. San Juan de la Cruz, en el Cántico Espiritual, hace instrumentos musicales a los «ríos sonorosos» y al «silbo de los aires amorosos», y a «la soledad sonora». La soledad, pues, utensilio de melodía, arpa de muchas cuerdas, música íntima, mística. O como la llama san Juan de la Cruz: «Música callada», la que se hace –en la paz de los silencios– de latidos, de oleadas de sangre, que saltan del corazón a la boca, y de la boca –hecha palabra, río de sílabas, acontecimiento de tildes y significados, de asombros y rezos– al concierto del espacio y del tiempo, donde habita –dicen los santos– el Señor. Donde habita, Diario, el Señor de los silencios insistentes, pertinaces, silencios que solo escuchan las almas puras y de corazón sincero, abierto, sin cerraduras ni negaciones vanas, idolátricas (12:58:40).

martes, 17 de noviembre de 2020

17 de noviembre de 2020. Martes.
TODAS ESAS LUCES

Disponiéndome a escribir, en mi antiguo estudio. T. de la Horadada. F: FotVi

-Ser ciego, y, de pronto, ¡ver la luz! Encandilarse de claridad, contemplar el movimiento, la verdad de las cosas: mirar un paisaje, mirar un árbol, mirar el mar, el rostro de un ser querido, la sonrisa de un niño –toda destellos–, la vibración celeste de las estrellas incendiadas. O la inmensidad sin fin: la noche del sueño y el grillo, de las sombras y las galaxias. Todas esas luces. Salir de la noche y meterte en el día, su gran dimensión, sin tener que tocar las cosas para reconocerlas, o solo con el otro tacto: el del silencio elocuente de los ojos. Andar de ciego por el mundo y, de pronto, oír una voz que dice: «Ve –de ver–, tu fe te ha salvado». Ve, percibe, distingue, otea, lee. Es un mandato. Y ves y percibes y distingues y oteas y lees, y llenas tu espíritu. Cambio de cromos, dice Jesús: tú me das tu fe y yo te doy la visión: hago el prodigio, te enseño a andar sin bastón, a tocar y gustar las cosas con el dulce sigilo e intimidad de los ojos. Los ojos ven, y al ver, gustan, paladean, se relamen, contemplan. La luz es el sabor de los ojos. Los ojos preceden a las manos y a los deseos. Y si miran para adentro de uno mismo, sin el qué dirán humillante que anda por fuera, siempre, Diario, ven a Dios, como el hacedor de la justicia, como su incendio original, donde todo es equidad y liberalidad, afectividad (12:43:30).

lunes, 16 de noviembre de 2020

16 de noviembre de 2020. Lunes.
AMO LA LUZ

Porque hay luz, se ven las sombras. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Decía el sabio: «Amo la luz y amo las sombras»; las sombras, como el humo, son señales infalibles de que hay luz. Donde crece un árbol, hay luz y hay sombras. La luz nutre al árbol, le da vigor, lo ennoblece de hojas y nidos. Y el árbol, generoso, da su sombra al hombre y al león, a la risa y al llanto: alivia la lumbre del desierto. El ser humano es un fanal de luz y sombras, una lámpara encendida que no evita las tinieblas que él mismo produce. Pero no olvidemos que antes de las sombras está la luz; la Gracia –Dios– precede siempre a la noche del alma. La gracia está a la espera de una llamada, de una insinuación, para inundar de luz el paisaje de nuestra vida, y hacer habitables sus inhóspitos desiertos. No nos ofusquemos con las sombras, abramos las ventanas del alma a la luz. Demos gracias por las sombras, que nos dicen que hay luz. Como decía Eckhart, filósofo y teólogo alemán: «Si la única oración que dices en toda vida es gracias, será suficiente». Ni la negrura de la pandemia, ni Sánchez y su cohorte, ni los afines ni los contrarios, ni la política ni sus mentiras, nada nos podrá apartar, como dice San Pablo, del amor de Dios, que se manifiesta, Diario, en Jesús Señor nuestro, el maestro y samaritano, el amigo y dador de vida, el Humilde andariego (12:26:45).

domingo, 15 de noviembre de 2020

 15 de noviembre de 2020. Domingo.
TU BIENAVENTURANZA

El sol se parte, para todos. De viaje hacia Croacia. F: FotVi

-Ayer, el día tenía el color del ojo vidrioso de un pez muerto. Era un color aburrido, cansado, fatídico. Hoy, por el contrario, el día da señales de incendio, de incendio contenido. Son llamas de plata, llamas blancas, que amortiguan el calor. Pero, como las del amor, son llamas blancas que calientan a quien las tiene cerca. Hoy, día del Señor, se nos invita a amar. Amor en todas direcciones, sobre todo en la de la pobreza, donde hace su cabaña Dios, su mansión más lujosa. La pobreza es la ostentación de Dios, por eso su culminación es la cruz, en la que Jesús crucifica todo egoísmo e idolatría, todo canal sucio de la avaricia, toda malversación de fondos. Jesús es, en la cruz, el «pobre pobre» del que habla Pablo Neruda en su poema Al difunto pobre. Hoy la iglesia celebra la Jornada Mundial de los Pobres. Lema: «Tiende tu mano al pobre». Con las palabras y las manos se hacen todos los milagros que nacen de la generosidad. Lo que dicen las palabras, lo hacen verdad las manos. Son tiempos de debilidad, en los que lo frágil se quiebra, se hace necesidad, y, en muchos casos, llanto de familia. Falta el trabajo, la cercanía de los seres queridos, el aislamiento, y estamos enfrentados al miedo, al sufrimiento, a la inseguridad. Por eso: tiende tu mano llena de generosidad y ponla en la mano anhelante del pobre, en su bocado de pan, en la hipoteca o el alquiler que pagar, en los libros de los niños. Hoy, Diario, pon tu bienaventuranza –la de poseer–, en la bienaventuranza del pobre, la de recibir, y así nivelarás la justicia, la harás equidad, partirás y compartirás tu Amor, y harás más indulgente y cercana la mirada de Dios (18:18:50).

sábado, 14 de noviembre de 2020

14 de noviembre de 2020. Sábado.
EL GERIÁTRICO

Capilla Casa Sacerdotal, donde será la Eucaristía.. Murcia. F: FotVi

-Día de cenizas en el cielo y de tristeza en la tierra. Llovizna, como llorando. Llora la ceniza, que sangra restos de tragedia. Pero no todo son caras serias, de defunción: el día también llueve un poco de Dios, que me llega a través de una llamada hecha desde un teléfono interior. –«¿Diga?» Es Pepe Manzano –manzano que todavía no ha florecido: no es primavera –, director de la casa. «Te confirmo como Capellán del geriátrico de la Casa», dice, con risas. El geriátrico. Es la broma que nos gastamos los viejecitos de la Casa. En la Casa convivimos: jóvenes, que aún laboran en las distintas parcelas de la Iglesia, y los ancianos, que –como dice San Juan en el Apocalipsis– «vestidos de ropas blancas y con palmas en las manos», venimos «de la gran tribulación» a postrarnos ante el Trono del Cordero. Grupo este formado por: José Luis García –el que todo lo ve o lo presiente–; Antonio León –al que siempre preceden los golpes de su bastón–; Ricardo Tornell –el continuamente apurado y con los nervios bailándole, como bolas de pingpong, en el estómago–; Juan Cortés –el del sombrero (borsalino) calado hasta a las orejas–; Juan Fernández –ahora de hospitales, lo atrapó el bicho, aunque ya está bien–; José Alcaíde –el teólogo sin fisuras, tridentino–; y un servidor –el que se siente honrado con ser el Capellán (virtual) de este pequeño grupo de bienaventurados del Señor–. Por fin, en la capilla de la Casa Sacerdotal, y oliendo a Dios, y a gracia, y aleluya, y a perdón, y a resurrección, podremos celebrar la misa el domingo, con el deseo de percibir –«En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia»–, cómo suena entre hermanos, Diario, la gracia de Dios (13:02:35).

viernes, 13 de noviembre de 2020

13 de noviembre de 2020. Viernes.
UVAS VERDES

A punto de caer el último virus del árbol. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Con la parsimonia con que comemos las uvas en la noche vieja, la delicadeza con que cogemos cada uno de los granos y lo ponemos en la boca, tocándolo con la lengua, gustando su dulzor, su vino escondido, estoy yo contando, uno a uno, los meses que llevamos confinados, enfrentados al coronavirus, esta bestia funesta que no cesa de atacarnos. Los como, pero al revés. No los gusto, los detesto, los escupo. Sin ira, pero con la sensación de haber perdido ocho meses y medio de abrazos, de abuelos, de niños en el parque, en las escuelas, en la ternura. El mundo se ha tornado más hosco, más desabrido. Ocho meses y medio masticando uvas verdes, agraces, con sabor a gel alcoholizado, a cadenas invisibles pero tenaces, corrosivas, que hieren. Y matan. Mas en estas circunstancias adversas, crueles, de pronto recuerdo una frase del Papa Francisco ante el nerviosismo de una madre que asistía a misa con su bebé, que empezó a llorar, en los brazos. La madre no sabía qué hacer con él: lo mecía, le ponía una y otra vez la chupeta en la boca, que el bebé –liberticida él– escupía. Hasta que el Papa se dio cuenta y, con gesto sereno, dijo: «Un niño que llora en la iglesia, es una bella homilía», y sonrió. Y sonrió la gente, y se durmió el niño. Llegó la paz. También me ha venido a la memoria la frase atribuida a San Ignacio de Loyola: «En tiempos de tribulación, no hacer mudanza». Me quedo, pues, Diario, pasando días, mordiendo meses –uvas verdes–, subiendo plegarias al cielo, hasta que escampe y vuelva a brillar el sol de la libertad, del abrazo libre, con Dios, samaritano amable, a nuestro lado (12:50:36).

jueves, 12 de noviembre de 2020

12 de noviembre de 2020. Jueves.
QUEHACER DEL POETA

Van Gogh, sol y poesía. F: Googel

-La mañana es más alegre, si la calienta el sol y canta un pájaro. El sol nos enseña a ver y el pájaro a oír, solo nos falta aprender a tocar tales maravillas, con asombro. Tocar la luz, tocar la música, es el quehacer del poeta. Quehacer que lleva toda una vida: es la herencia que otros dejaron al poeta y que éste deja al siguiente, para que siga tan hermosa tarea. Así el poema de la vida, de la creación, sus destellos, su lenguaje, se va alargando, haciéndose más poema, más irradiación. Dios pensó el mundo, lo formó de luz y sombras, de vida y roca, de agua y aire, y corresponde al poeta descifrarlo, escribirlo, para que quede en el libro de lo bello, de lo armonioso. Galileo Galilei, el científico poeta, que, estudiando el círculo del universo, halló la idea feliz de la redondez de la tierra, dijo: «El sol, a cuyo alrededor giran tantos planetas…, no se olvida de madurar un racimo de uvas». He aquí la ciencia y la poesía juntas, hermanadas en la idea de la reconciliación; convirtiéndose así ambas en ciencia que aspira a tocar la utopía, ciencia alada esta, ciencia en la que se vislumbra el Más Allá: Dios. Dios, certeza para el creyente, posibilidad –duda, o un quizás– para el agnóstico. Con un dejo de ironía, Diario, dejó dicho Kant, filósofo y creyente: «Dios es la alegría, por eso ha colgado el sol frente a su casa». El sol: el pintor que da luz y forma a todas las cosas, su Van Gogh con pinceles irreverentes, de niño travieso, emborronador maravilloso de cielos y campos, y girasoles (12:00:03).

miércoles, 11 de noviembre de 2020

11 de noviembre de 2020. Miércoles.
LA MENTIRA

Camuflada, la araña espera. Torre de la Horadad. F: FotVi

-Miro al cielo de la vacuna y me digo: «¡Ha llegado el maná contra el virus!», y la noticia, con el sol que sale, me iluminan la mañana. El gozo me da en los dientes y río, y la risa se me pasa a las manos, y aplaudo, y a los pies, e intento bailar. Intento la danza, pero los años no me dejan. Pero sí me permite dar saltitos de alegría, que quedan en eso: en pequeños y mutilados retozos, leves, de alegría. Pero dentro del marco de la alegría, entra la decepción, y mancha, emborrona, el cuadro de tristeza. Porque acontece que lo de la vacuna lo ha anunciado un miembro del gobierno de Sánchez, el de la mentira continua e institucionalizada. La mentira: su programa de gobierno. Desde aquel 30 de enero en el que el ministro Illa decía: «Está preparado el sistema para hacer frente a esta situaciones y las seguimos a diario con transparencia informativa», hasta hoy, que nos ha vuelto a decir que dentro de nada llegarán millones de vacunas; vacunas que aliviarán todas nuestras penas y vencerán la maldad del bicho, que tanto desvelo y tanta amargura nos causa. Leo, y medito, en el libro de los Proverbios: «Los labios mentirosos repugnan al Señor, pero los que obran fielmente son su deleite». O esto otro de Octavio Paz, en su libro Vuelta, Ediciones Vitruvio: «…nos faltó humildad. / Lo que quisimos, no lo quisimos con inocencia». Todo lo que toca la mentira, lo convierte en humillación. Si no va a venir el lobo, no digan, como en la fábula de Esopo: «¡Que viene el lobo!», porque es posible que algún día sea verdad, que venga el lobo y muerda y deje malheridas, en su boca, las mentiras. Con el salmo también digo, Diario: «De tus preceptos, Señor, recibo sabiduría, por tanto aborrezco el camino de la mentira» (13:10:36).

martes, 10 de noviembre de 2020

10 de noviembre de 2020. Martes.
TRASPIÉ

Iglesia de San Nicolás, Densus. Rumanía. F: FotVi

-Despierto, me sacudo el peso de los párpados, bostezo, y así, de este modo tan sencillo, abro los ojos a luz del nuevo día, que se ofrece magnífico. Entre tanto, ya me ha dado tiempo a santiguarme y a santiguar el día, como es mi costumbre. Primero santiguo al actor y luego el escenario, para que no se me caigan encima los decorados. Tan frágiles en estas circunstancias de pandemia y gobierno trapecista, deshumanizado, donde un traspié puede dar al traste con todo: con mi vida y la de aquellos que viven en mi derredor. Rezo y toco la esperanza, que es mi columna de seguridad, de ascensión infinita. Con el salmo digo: «Yo, Señor, te pido auxilio, / por la mañana, va a tu encuentro mi súplica». Y el templo de Dios, arriba, recibe el incienso de mi oración, el sonido de mis trompetas y timbales, de los viejos golpes de mi corazón, que, aunque débil ya, Diario, sigue, no obstante, amando, o intentándolo, con el ansia y la emoción de un hijo pródigo (13:05:11).

lunes, 9 de noviembre de 2020

9 de noviembre de 2020. Lunes.
CANSANCIO

Iluminando la oscuridad, con paz. Torre de la Horadada. F: FotVi

-La palabra que me viene a la boca, tras tanto tiempo detrás de la puerta del miedo, de sus candados, de sus jaulas, es la de cansancio. Se nos agotan las energías para el aplauso, para la sonrisa. ¿Recuerdan aquellos primeros tiempos de la pandemia? A las 8 de la tarde se aplaudía a los sanitarios –héroes silenciosos en los hospitales blancos, hidroalcoholizados–, o a las fuerzas del ejército, o a quienes, subidos a un balcón y acompañados de su guitarra, cantaban endechas que daban en las estrellas y las encendían más, como bengalas liberadoras en un mar tenebroso. Asomados a las ventanas, todo era fiesta, todo se hacía fiesta, encuentro, júbilo para los sueños. La alegría se ponía a la altura de nuestra esperanza; esperanza que era fe, fe revestida de expectación, de certidumbres en un mundo, por venir, mejor, y más luminosamente humano. Cansancio es la palabra, como un martillear de dolor en mi cabeza. Sin embargo, leo en Laudes un poema bellísimo –El templo vacío– de Leopoldo Panero, que me despierta del cansancio y me mete en la vida, en la luminaria de la ilusión. Pone la luz de la sonrisa en mi boca y la abre para que ilumine e irradie palomas. Con versos como estos: «No sé de donde brota la tristeza que tengo […] Lo mejor de mi vida es el dolor…» Y finaliza: «Como el último rezo de un niño que se duerme / y, con la voz nublada de sueño y de pureza, / se vuelve hacia el silencio, yo quisiera volverme / hacia Ti, y en tus manos desmayar mi cabeza». Al final, ante el cansancio de la vida, Diario, «desmayar mi cabeza», en Dios (12:06:25).

domingo, 8 de noviembre de 2020

8 de noviembre de 2020. Domingo.
ABRO LOS BRAZOS

Abrazando la luz, árboles. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Hoy, día del Señor, primero inclino la cabeza y luego abro los brazos, de los que saltan y vuelan las palomas de la alabanza, sus lumbres, su tierra soleada. Palomas de bendición y hosanna, palabras libres. Como la velilla, cuya llama silabea el aire, lo lame, se eleva, mientras el candelabro queda enhiesto abajo, sosteniendo su resplandor, su aclamación fogosa. Los brazos en ascensión, en vuelo, siempre;  los pies en la tierra, como un pilar, siempre. Los ojos y las palabras, en el cielo, con algún apagón, o con algún traspié. Pero tratando de que remonte su vuelo el espíritu, como una nube, como un pensamiento, con la fe como cohete propulsor. Quizá algún día, como diría San Juan de la Cruz, le dé a la Caza alcance. Y como dice el libro de la Sabiduría (escuchado hoy en la Santa Misa): «Radiante y lozana es la sabiduría, / fácilmente la ven los que la aman / y la encuentran los que la buscan». Ver la sabiduría es encontrarte con lo más pequeño, lo más débil, con una coma en la escritura, con un descartado de la sociedad, un leproso, e inclinar tu ternura ante él, amándolo. Como hacía Jesús: sin ascos, sin miedo al contagio, pasando del qué dirán las lenguas de los celosos. Jesús tocaba el anatema y lo salvaba. Curó su vergüenza a Magdalena, y al ladrón, en la cruz, su avaricia. No volveré a pecar más, le dijeron. Y es que la sabiduría «se anticipa a darse a conocer a los que la buscan». El que la busca, antes o después, le da alcance, la atrapa, la bebe como trago consolador. «Quien temprano la busca, no se fatigará, /  pues a su puerta la hallará sentada». Así, Diario, sentada a tu puerta, sale generosa a tu encuentro, haciéndose pensamiento tuyo, dando luz a tu conciencia, haciendo un nido en tu corazón, donde la sabiduría renace sin cesar (12:42:48).

sábado, 7 de noviembre de 2020

7 de noviembre de 2020. Sábado.
APENAS AZUL

María y el cielo, todo azul. Zagreb. Croacia. F: FotVi

-Sábado y sin azul, o apenas azul, como si el tiempo faltara a la cita del sábado y evitara, con respeto malvado, el azul. El tiempo nos dice que es invierno, y que pegan mejor los colores velados que los diáfanos y alegres. Y el tiempo no se da cuenta que, sin azul, la tristeza nos invade. ¿O será que el Gobierno ha censurado los sábados azules por ser sábados virginales y felices diccionarios de la alegría? Aunque, al poco, el tiempo ha rectificado y el cielo se ha ido vistiendo de azul como una paletada azul de Picasso o una película de James Cameron, Avatar, azul. Es el cielo lleno de fantasía y clamor fosforescentes, como hecho de agua y sedas y de formas diluidas. Me acerco a la luz, la toco, y es azul, lo sé porque me deja su pigmento en los dedos, y en el alma, donde aún existen rasgos de cuando era un niño con inocencia azul. Decía Wassily Kandinsky, pintor ruso, precursor del arte abstracto: «Cuanto más profundo se vuelve el azul, con más fuerza llama al hombre al infinito, despertando en él un deseo intenso por lo puro, y, finalmente, por lo sobrenatural». En este tiempo del bicho loco, siniestro, y de gobiernos inoperantes, dejemos que el azul nos invada, y haga un nido azul en nuestro interior. El cielo es azul, los abismos negros, cavernarios, donde abundan murciélagos, alimañas, sueños malos, sin la pureza y lo sobrenatural en nuestros deseos. Sin Dios y sin su misericordia, Diario, morimos, invocando la pulcritud y belleza del Azul (12:44:06).

viernes, 6 de noviembre de 2020

6 de noviembre de 2020. Viernes.
SUEÑO SIEMPRE SOÑÁNDOSE

Saliendo el sol, de pausa en pausa. Murcia. F: FotVi

-Cauto y precavido, el sol empieza a salir de la niebla y se deja ver de apenas en apenas, de pausa en pausa, como un conejillo que saliera de su madriguera. Con discreción y afilando la orejas. Fuera, existe el peligro: un águila, un zorro, cualquier depredador con conciencia de tal, cruel. Fuera hay pandemia y un mal gobierno, con la mentira como aguijón; es decir: está plagado de peligros que pueden inmolarte, o herirte de por vida. Y lo peor no es que te mate, sino quedar herido, y sin medicina fiable que te cure. Las heridas que no tienen curación, sean físicas o del espíritu, son las más temibles: te arruinan la vida, pues llevan la furia en los ojos, en sus garras, y resquebrajan la esperanza, que es nuestro modo seguro de caminar por los peligros. La esperanza es un sueño siempre soñándose, como se sueña a sí mismo un árbol, un río, los vuelos infinitos de las aves nómadas, migratorias. La esperanza es un sueño en acción, perpetuándose en nuevas esperanzas, esperanzas que arañan el porvenir y no se cansan de arañar, hasta dar con otra esperanza, otro vuelo. Siempre se vive en una esperanza futura. Decía Leonard Cohen, cantautor y poeta: «Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz». En el interior de la persona, en su intimidad más secreta, siempre hay un resquicio por el que entra la gracia de Dios. Destello hermoso, lumbre. El profeta Zacarías dejó dicho: «Volved a la fortaleza, oh cautivos de la esperanza, os restituiré el doble». En la ciudad de la Esperanza cumplida, Diario, el Doble es Dios, con el que recuperamos la fortaleza que nos da su Visión, y donde se halla el Descanso sin vuelta, perpetuo (17:42:09).

jueves, 5 de noviembre de 2020

5 de noviembre de 2020. Jueves.
PISAR DE PÁJARO

Mojada por la lluvia, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Huelo a lluvia, y es como oler a cielo. A excelsitud. ¡Qué bello despertar de este modo tan fascinante! Con la lluvia dando en los cristales, como pisadas de pisar de pájaro. Es decir, pisadas claras y armoniosas, cantábiles, que diría un músico. Hoy, lluvia y viento. Cuando escampe, todo aparecerá más limpio y aseado: casi se tocará la pureza. Los campos respirarán abundancia; las ciudades, menos dióxido de carbono, menos CO2. Con la lluvia y el viento, toma descanso la contaminación, la profanación por el hombre de la naturaleza. A pesar del virus coronado, reverdece la esperanza de seguir viviendo, de estar presente en el próximo cumpleaños. El tuyo y el mío, con velitas pinchadas en la tarta y el soplo encandilado, fascinante, que apaga las velitas; soplo que, aunque apaga, enciende: pues es el mismo soplo, o aliento, que anima la vida. Cada vez, cada año, cada día, cada instante, ganamos años y perdemos algo del hoy. Con luz –o el «muero porque no muero»–, y con sombras: nuestro recelo y horror a morir. Son el haz de claridad y tinieblas en la que vivimos inmersos. Sin remedio. Aunque la fe repliega esas tinieblas y nos acerca al rostro de Dios, que es belleza contenida, aún no dada; pero adelantada, Diario, en la esperanza, pues como dice San Pablo: «la esperanza no defrauda»; la esperanza restituye en Dios lo que nos quita la vida, es la hermosa moneda de cambio que nos adelanta la fe (12:33:14).

miércoles, 4 de noviembre de 2020

4 de noviembre de 2020. Miércoles.
OLER LA LLUVIA

Florece el agua, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Hoy, las nubes nos cubren (bellamente) y amenazan lluvia. Bendita amenaza, que diría el monje hortelano, bajo el paraguas de su capucha y el rezo del rosario en los labios. La lluvia le da alas a la tierra y la prepara para soltar sus pájaros –tan verdes– en primavera. Sus verdes aleluyas primaverales. Me gusta el invierno, es recogido y entrañable, como un solo de violonchelo en un concierto de Vivaldi. Con la lluvia, el cielo se hace tierra y la tierra toca el cielo. Me gusta oler la lluvia; huele a monte y a cedro centenario, a río, a aljibe, a la antigua tinaja de casa. Otra clase de lluvia es la oración, que, en la boca, se hace abundancia, raudal que moja el amor de Dios. Ablandándolo, haciéndolo regocijo asequible, trago suculento. Ayer hablaba de soledad. Ese vivir sin sonidos humanos, sin latidos que se entrecrucen y digan: «¡Hola»; o: «Te necesito»; o: «Deja que te eche una mano». Me gusta la soledad que yo elijo, no la que me imponen, encadenándome a ella. No me gusta la soledad que me imponen políticos incultos e insolentes. No quiero ser esclavo de nada: tampoco de la soledad que yo no he buscado. Mi soledad, la que yo busco, se nutre de silencios, en los que de vez en vez se deja oír Dios, si lo llamo. La soledad, Dios y yo, Diario: tres amigos y un solo Dios, que escucha y habla, y actúa, amando, siempre (17:47:56).

martes, 3 de noviembre de 2020


3 de noviembre de 2020. Martes.
LLENAR LA SOLEDAD

En la soledad del claustro, estalla la torre. Santiago. F; FotVi

-Dice la meteorología, que este sol otoñal, vestido de cendal y de telas acuosas, vaporosas, se nos va. Quiero decir: que este sol suave y deslizante, que pasa sobre nosotros sin romper y sin incendiar, sibilinamente, se nos va y llega el invierno, con su tos y su frío grises, deslucidos. Mañana cambiaremos sol por lluvia, claridad por sala de cine a oscuras. Y veremos nuestra película de destierro y de exilio, despiadada, triste. Entraremos con el covid en el local cerrado de la melancolía, y, allí, sólo nos acompañará nuestra soledad. Sólo la soledad es nuestra, la compañía se nos da, nos la regalan. Si hay alguien osado y complaciente que dice: «¡Qué solo estás!», en ese instante, en esa concentración de segundo, se abre el encantamiento: algo, o alguien, ha acompañado tu soledad. Albert Schweitzer, misionero, teólogo y Premio Nobel de la Paz, escribió: «Todos tan juntos, y morimos de soledad». Tan juntos y, sin embargo, tan espaciados, tan extendidos, tanto que, aunque hablemos a gritos, no nos oímos. O, sí. Leila Guerreiro me abre los ojos, leo: «Planchar es una tarea de meditación». Planchar, me digo. ¿Y por qué no orar directamente? Y se me hace la luz. Me quedo quieto, con la quietud del que contempla, y pienso, rezo: y así me doy compañía. Acerco el oído a mi interior tan callado, tan habituado al silencio, y escucho, y, como Elías, oigo pasar una brisa de júbilo junto a mí, y descubro que hay Alguien, Diario, que habita mi soledad, que la llena, que la amuebla de esperanza, e intento salvarme en ella (18:04:40).

lunes, 2 de noviembre de 2020

2 de noviembre de 2020. Lunes.
PLENITUD

Luna llena, roja, en el cielo. Murcia. F: FotVi

-Ayer, al anochecer, vi salir la luna llena por el horizonte, roja y amplia, incandescente. «Un inmenso girasol celeste», pensé. La fotografíe y la guardé en mi Libro de las Horas, donde archivo mi alabanza a Dios. Y, agradecido, la recé en vísperas, con los demás salmos y antífonas, como un himno al Creador. Ya San Francisco hacía alabanza a Dios «por la hermana luna y las estrellas […] claras, y preciosas y bellas». «Loado mi Señor», decía: todo exultaba de gozo en sus labios, en sus ojos, llenos de lo invisible, abiertos a la Inmensidad. Leer y amar a Dios, celebrarlo «en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de un amigo, en los ojos de un niño», como nos invitaba a hacer Spinoza. Nunca a Dios nos ha de llevar el miedo, la turbación, el horror. Dios no es sombra, sino Luz esplendente. Como dice San Juan, «Dios es Amor», que ama, que anda dentro de ti, que escucha, que habla, que camina a tu lado. Dios no es el que da miedo, sino el que da Vida. Hoy, día de los Fieles Difuntos, todo nos habla de Esperanza, de Expectación, de un Adviento nuevo. En los silencios de nuestra alma, Diario, todo nos habla de cercanía, de amistad, de abrazo de Padre, de descanso en Dios, de Plenitud (12:42:35)

domingo, 1 de noviembre de 2020

1 de noviembre de 2020. Domingo.
LA FRUTA DE UNA SONRISA

La santidad sencilla, sin altar: Niña india haciendo ladrillos. F: Prensa

-Me santiguo y noto al sol dándome en la mano, para santiguarse conmigo. Nos santiguamos y lo hacemos sobre el mundo, llenándolo de santidad, de felicidad extraña: la felicidad de las bienaventuranzas. Bendecir es llevar a Dios en la mano, repartiéndolo, como el que da un trozo de pan al hambriento o la fruta de una sonrisa al triste. Día de todos los santos: día solemne de sol, de santidad extendida, íntima, urbana: la santidad de la pequeñez, de la coma en un escrito, de la gota de agua que se ofrece al que tiene sed. Es el día de todos los santos en racimo, en gavilla, que alaban y dan gracias a Dios. Son los que vio San Juan en aquella «muchedumbre inmensa, que nadie podría contar»: la santidad que baja del altar a la calle, la subida al andamio, la que, en la noche, limpia la ciudad, la de quien, en un hospital, da la mano al que muere porque no ha podido hacerlo el ser querido que aliviaría su partida. La santidad del que grita, del que reza y espera, del que ama. Es la fiesta en la que celebramos la hermosa y creativa pandemia del amor, la que, en vez de destruirnos, nos recrea, nos hace cosa nueva, y, en un mundo tan brusco y áspero, imagen festiva de Dios. El día de todos los santos nos trae ráfagas de Dios, que dan en lo más sencillo del mundo –la vida del desvalido–, y lo eleva a la categoría de santo, sin altar, quizá, pero junto a la ternura de Dios. El gran altar del Amor. Y es que, Diario, como dice San Agustín: «Aquellos que nos han dejado, no están ausentes, sino invisibles. Tienen sus ojos llenos de gloria, fijos en los nuestros, llenos de lágrimas» (18:06:00).

sábado, 31 de octubre de 2020

31 de octubre de 2020. Sábado.
SOY PALABRA

Caño de la palabra, tocando el cielo. El Prado. Madrid. F: FotVi

-No soy Dios, pero soy palabra, que puede decir «Dios», y, como una golosina divina, saborear su pulpa, su amor más íntimo, su Trinidad prodigiosa. Dios es Trinidad, que, en Él, no hace tres, sino Uno. Dios es Amor, y el Amor nunca pasa de Uno. Es la Vida de Dios. «Tres personas y Un Amado / entre todos Tres había, / y un Amor en todas Ellas / y Un Amante las hacía»: San Juan de la Cruz. Y, como diría Borges, es el Aleph de todo, el Punto de donde parte la perspectiva, la Idea total. Y yo, al ser palabra, soy libro: página en blanco y página escrita, pensamiento y diccionario. Y biblioteca, con polvo y luz pajiza, quizá, y estantería, donde se anotan todos los vocabularios del mundo, que son sabiduría y experiencia, vida que habla y queda guardada en libro, en sus silencios: o el inmenso y clamoroso mundo de la escritura. Todo latiendo, aguadando a que alguien vaya y, leyéndolas, las haga hablar, esas páginas redactadas y vigilantes, que siempre se están dando. Soy palabra que clama –aunque alguna vez lo haga en el desierto–, pero diciendo y amando lo que digo, sin ira, con afecto, y, con el incienso de la ofrenda, Diario, que suele dar de lleno en Dios (13:02:23).

viernes, 30 de octubre de 2020

30 de octubre de 2020. Viernes.
EL TERREMOTO

Biblioteca de Celso, bellas ruinas. Éfeso. Turquía. F: FotVi

-El día me invita a reír, a celebrar la luz, a poner palabras claras y no negras en lo que escribo, a dejar que mi alma grite y diga: «¡Gracias!». Gracias por este día, por el polvo de oro que el sol nos regala, por el silencio de las cosas que oigo. En el árbol, en el vuelo de las aves, en la rosa, en los tejados sin techo y hojas de periódico con que se protege y tapa el pobre, en sus sandalias de pie descalzo, en la moneda que pide y que le echan sin mirarle (o mirándole), en todo lo que no se ve porque quizá nos avergüenza verlo, en todo luce hoy un sol que parece hecho de miel silvestre, de caridad infinita, sin discriminación, global. Pero todo este mundo feliz de Aldous Huxley, lleno de excitación poética, se derrumba cuando miro en mi derredor, y contemplo el caos en el que como larvas en un charco palúdico, insano, nos movemos. Y pongo mis miedos por escrito. Cada vez la pandemia anda más desbocada, sin bridas, sin freno. Y: «No hay nadie al volante» que nos guíe. 17 conductores –con buena voluntad quizá– que conducen un autobús cargado de gente desorientada, y que teme despeñarse por el precipicio. Y no sé con qué quedarme, si con los versos tristes e inquietantes del poeta Pedro Mairal: «Cambio sistema solar / por dos palabras ciertas / que consigan decir toda mi sombra»; o estas otras, de otro poeta, el salmista, y con el que he rezado esta mañana: «En el terremoto, Señor, acuérdate de la misericordia». ¿Tú qué crees, Diario, tú que conoces mis años? Has acertado: elijo la plegaria confiada del salmista. Siempre he creído que es más saludable rezar, esperando a Dios, que, como dice también el salmo, «fiarte de los hombres», aunque se trate de jefes, interesados y extraños, y más, si su boca es un nido de mentiras (12:29:25).

jueves, 29 de octubre de 2020

 29 de octubre de 2020. Jueves.
LLUVIA DE REVÉS

Esperando la lluvia de justicia, del cielo. Murcia. F: FotVi

-Me levanto, miro al cielo y se me escapa una lágrima –¡de alegría!– que asciende y llueve el cielo. «Bendita lluvia del revés»–digo–. Lluvia de acción de gracias. Lluvia desde la tierra que moja a Dios. En su intimidad; en su Amor. La mañana es toda claridad, como un libro abierto. Aunque después de rezar y desayunar y leer la prensa, se me hiela la sonrisa. Leo: «Seis meses de estado de alarma». Me santiguo y digo: «¡Alarma, Estado!» Y esta vez lloro lágrimas de tristeza, y la impotencia me hace bajar los brazos y pedir al cielo que –como dice la Escritura–, «llueva sobre nosotros su Justicia». «Destilad, oh cielos, desde lo alto, y derramen justicia las nubes», clamaba Isaías. Y añade: «Ábrase la tierra y dé fruto la salvación, y brote la justicia con ella». La justicia –que baja del cielo, pero tiene que fructificar en la tierra– es la llave que abre la salvación, ya que es base de todo amor. Y el que ama, hace el Reino. En el Reino, Dios es Amor que atrae todo lo que es amor, y destila la justicia. Sigo leyendo y sigue mi tristeza y mi susto: Sánchez, el de la deriva despótica, socializa el despotismo. «Donde teníamos a un aspirante a autócrata, ahora tendremos a 17»: los presidentes de las comunidades autónomas, dice Jorge Bustos, con la ironía del que conoce la deriva sablista del personaje. Y me digo: «¡Tanta claridad en el cielo, y tanta niebla en la tierra!» Y miro al Cielo, Diario, por ver si se apiada y abre las nubes y nos llueve la Justicia, la de la equidad y libertad,  la de la Verdad (12:12:46).

miércoles, 28 de octubre de 2020

28 de octubre de 2020. Miércoles.
MEDITACIONES

Manantial que corre, en Lagos de Plitvice. Croacia. F: FotVi

-«Qué mezquinos esos enanos que practican la política, y que se creen filósofos», dejó dicho Marco Aurelio –emperador romano y sabio–, en su libro Meditaciones. Había llegado de España. Le llamaban «el último emperador bueno», y fueron cinco, buenos. Que en política, no todo es maléfico; también hay manzanas sanas, sin gusano dentro. Pero, por el contrario, los hay tan pequeños, tan excremento de mosca, que no se ven; o se ven tan poco, que hay que usar el microscopio, el de los átomos y los virus. Son garbanzos que incordian en el zapato. También escribió: «Cuando te levantes por la mañana, piensa en el privilegio de vivir: respirar, pensar, disfrutar, amar». Levantarse, mirar al cielo, y decir: «¡Vivo!», con tono de himno y música de Back. O con la música que uno lleve dentro, que lo que anda por fuera no suele ser, a veces, música celestial, sino ruido de cacerolada. Aspaviento sonoro sin contenido, vacío de melodía. Como música de políticos que casi siempre son engaño, danza macabra: música de propaganda sólo, de aspaviento, sin nervios ni corazón, sin latidos. Música de ostras sin gajo, sin perla. Yo sigo el consejo de Santa Teresa, en Las Moradas: «No hay que menester alas para ir a buscar a Dios, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí». Si has cuidado tu interior con mimo, con precisión de relojero, con la pulcritud de un rayo de sol, Diario, encontrarás a Dios y su fiesta de amor y ternura, su maternidad divina, dentro de ti: Dios, manantial que corre y nunca cesa (12:27:36).

martes, 27 de octubre de 2020

 27 de octubre de 2020. Martes.
ALELUYA AZUL

Aleluya azul, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-El día despierta con un aleluya azul en los cielos. Aleluya que pasa a mis ojos; y ríen. Esta mañana quería ser feliz, deseaba no pensar. He mirado al cielo y me he ido por los cerros de Úbeda de allá arriba. Ha pasado una paloma y he deseado irme a volar con ella: le he pedido permiso, pero ella, más realista que yo, me ha dicho: «No puedes». Y se ha ido, con sus vuelos azules, planeando, hasta perderse en la lejanía. Pero del no querer pensar, he vuelto a desear hacerlo, y he dejado volar la imaginación. Con Elliot, ET (el Extraterrestre) y yo, en bicicleta, he escapado de la mediocridad, y he llegado hasta dar alcance a la utopía. Donde no caben ni la mentira ni los eufemismos, ni confinamientos interesados y crudos, crueles. En la isla de la Utopía todo es claridad y bien, cosas que en este mundo real no existen. O existen poco. Me despido de Elliot y ET, bajo de la bicicleta, y me centro en mi mundo: el de cumplir años, el de leer, el de escribir, el de las zozobras y los gozos, el de soñar que toco a Dios, y, cuando parece que lo atrapo, se me escapa. Y: «Felizmente», me digo, porque así sigo buscando, rezando, contemplando mañanas con aleluyas azules; es decir, días felices, aunque solo sea por unos momentos de ensueño, de esplendor, de esperanza inspirada. Aunque solo ocurra alguna vez, Diario... (11:52:42).

lunes, 26 de octubre de 2020

26 de octubre de 2020. Lunes.
LA SEDE DEL VIRUS

Contempla el mundo, asustada. Murcia. F: FotVi

-El covid 19 es el rey que se ha hecho con todos los poderes del mundo, y con sus miedos. Ya no hay angustia, cualquier terror, que no pase por la sede del virus, por su temible despotismo. Temo toda dictadura, pero a esta, más. Es invisible, no habla, no mira, solo actúa, y clava su aguijón sin aviso, muchas veces mortal. Y no podemos gritar, porque todo lamento es inútil, sólo rezar para que no nos toque su maldad, su volcán de muerte. Su saliva hecha de veneno. El coronavirus es un tirano que inspira a otros dictadorzuelos, a aquellos que toman al bicho como excusa para sus desmanes: sus estados de alarma o sus toques de queda. Que llaman eufemísticamente «restricciones nocturnas a la movilidad». Suavizan el lenguaje, lo difuminan, para no herirse ellos. Visten de blanco a un «suave y peludo animal» de enormes orejas, que, por su cadencia y andar, llaman –y es– burro. Dice el salmo 119: «Rescátame de la opresión del hombre, Señor, para que yo pueda guardar tus preceptos». Líbrame del hombre malo, perverso, del que solo con mirar, ensucia el cielo; líbrame del hedor del insolente dictador. Es mi oración, de la que con los ojos en el cielo, y apoyado en Dios, me voy librando de mis pesadillas. Se trata de mi vida, Diario; pero también de mi libertad, el otro don que alienta mi existencia, y me hace digno de ti (12:09:24).

domingo, 25 de octubre de 2020

 25 de octubre de 2020. Domingo.
GOLPES SECOS

Aves en el cielo, paz en la tierra. Murcia. F: FotVi

-Al despertar y abrir los brazos, la serenidad volaba en ellos. Todo era luz, árbol, vuelo de aves: «la naturaleza –me he dicho– ha entrado en mi habitación». Y, como dice el salmo, ha nacido en mi boca «un cántico nuevo a mi Señor». Canto a Dios, porque es quien libera y da paz a mi vida. Pero canto y me lamento a la vez: la pandemia está dando golpes secos en el cuerpo maltrecho de la sociedad. Hoy he oído en la misa: «Ama a tu prójimo como a ti mismo», y he pensado en aquellos que sufren: o por el virus o por otra causa. Ejemplo: por la pobreza; la pobreza de Cristo «cubierto de mendigo»; el Cristo de nuevo crucificado –corona de espinas, clavos, lanzada del costado– en la cruz de la pobreza. También por la soledad, por la que no ve ni oye a nadie cogerle la mano y decirle: «Hola, ¿cómo estás?». Él, que está solo. Cristo solo en su cruz. Me apena que una mañana tan enjabonada, tan pura, se embarre –humanamente– con la falta de una justicia eficaz y hermosamente distributiva. No hay equidad, solo se acapara: no existe el «nosotros», solo hay el «yo», traficante y cruel: el rico Epulón que desprecia al pobre, que –lleno de llagas– sigue al pie de la mesa de su despilfarro. Menos mal, Diario, que Cristo está ahí, haciendo posible un cántico nuevo, coral, evangélico, en el que vuelven a oírse las bienaventuranzas, por las que corre la sangre salvadora de la Cruz, la que bebemos con descuido, a veces, en el cáliz, la nacida en el lagar (18:00:28).