10 de noviembre de 2020. Martes.
TRASPIÉ
TRASPIÉ
-Despierto,
me sacudo el peso de los párpados, bostezo, y así, de este modo tan sencillo, abro
los ojos a luz del nuevo día, que se ofrece magnífico. Entre tanto, ya me ha
dado tiempo a santiguarme y a santiguar el día, como es mi costumbre. Primero
santiguo al actor y luego el escenario, para que no se me caigan encima los
decorados. Tan frágiles en estas circunstancias de pandemia y gobierno
trapecista, deshumanizado, donde un traspié puede dar al traste con todo: con
mi vida y la de aquellos que viven en mi derredor. Rezo y toco la esperanza, que
es mi columna de seguridad, de ascensión infinita. Con el salmo digo: «Yo, Señor,
te pido auxilio, / por la mañana, va a tu encuentro mi súplica». Y el templo de
Dios, arriba, recibe el incienso de mi oración, el sonido de mis trompetas y
timbales, de los viejos golpes de mi corazón, que, aunque débil ya, Diario, sigue, no
obstante, amando, o intentándolo, con el ansia y la emoción de un hijo pródigo (13:05:11).
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