martes, 3 de noviembre de 2020


3 de noviembre de 2020. Martes.
LLENAR LA SOLEDAD

En la soledad del claustro, estalla la torre. Santiago. F; FotVi

-Dice la meteorología, que este sol otoñal, vestido de cendal y de telas acuosas, vaporosas, se nos va. Quiero decir: que este sol suave y deslizante, que pasa sobre nosotros sin romper y sin incendiar, sibilinamente, se nos va y llega el invierno, con su tos y su frío grises, deslucidos. Mañana cambiaremos sol por lluvia, claridad por sala de cine a oscuras. Y veremos nuestra película de destierro y de exilio, despiadada, triste. Entraremos con el covid en el local cerrado de la melancolía, y, allí, sólo nos acompañará nuestra soledad. Sólo la soledad es nuestra, la compañía se nos da, nos la regalan. Si hay alguien osado y complaciente que dice: «¡Qué solo estás!», en ese instante, en esa concentración de segundo, se abre el encantamiento: algo, o alguien, ha acompañado tu soledad. Albert Schweitzer, misionero, teólogo y Premio Nobel de la Paz, escribió: «Todos tan juntos, y morimos de soledad». Tan juntos y, sin embargo, tan espaciados, tan extendidos, tanto que, aunque hablemos a gritos, no nos oímos. O, sí. Leila Guerreiro me abre los ojos, leo: «Planchar es una tarea de meditación». Planchar, me digo. ¿Y por qué no orar directamente? Y se me hace la luz. Me quedo quieto, con la quietud del que contempla, y pienso, rezo: y así me doy compañía. Acerco el oído a mi interior tan callado, tan habituado al silencio, y escucho, y, como Elías, oigo pasar una brisa de júbilo junto a mí, y descubro que hay Alguien, Diario, que habita mi soledad, que la llena, que la amuebla de esperanza, e intento salvarme en ella (18:04:40).

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