5 de noviembre de 2020. Jueves.
PISAR DE PÁJARO
PISAR DE PÁJARO
-Huelo
a lluvia, y es como oler a cielo. A excelsitud. ¡Qué bello despertar de este
modo tan fascinante! Con la lluvia dando en los cristales, como pisadas de
pisar de pájaro. Es decir, pisadas claras y armoniosas, cantábiles, que diría un músico. Hoy, lluvia y
viento. Cuando escampe, todo aparecerá más limpio y aseado: casi se tocará la
pureza. Los campos respirarán abundancia; las ciudades, menos dióxido de
carbono, menos CO2. Con la lluvia y el viento, toma descanso la contaminación,
la profanación por el hombre de la naturaleza. A pesar del virus coronado, reverdece
la esperanza de seguir viviendo, de estar presente en el próximo cumpleaños. El
tuyo y el mío, con velitas pinchadas en la tarta y el soplo encandilado,
fascinante, que apaga las velitas; soplo que, aunque apaga, enciende: pues es
el mismo soplo, o aliento, que anima la vida. Cada vez, cada año, cada día,
cada instante, ganamos años y perdemos algo del hoy. Con luz –o el «muero
porque no muero»–, y con sombras: nuestro recelo y horror a morir. Son el haz
de claridad y tinieblas en la que vivimos inmersos. Sin remedio. Aunque la fe
repliega esas tinieblas y nos acerca al rostro de Dios, que es belleza
contenida, aún no dada; pero adelantada, Diario, en la esperanza, pues como
dice San Pablo: «la esperanza no defrauda»; la esperanza restituye en Dios lo
que nos quita la vida, es la hermosa moneda de cambio que nos adelanta la fe (12:33:14).
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