EN EL JORDÁN
-Hoy la liturgia de la misa clama desde el Jordán, donde Jesús es bautizado, santificando así el agua; agua que después será materia del bautismo sacramental: u ocasión en que los hijos de los hombres son hechos Hijos de Dios, liberados. En esta ocasión se dan cita las Tres Personas de la Trinidad: Jesús, el encarnado, el hombre, el que se mezcla entre los hombres para ser bautizado, el que enciende la humildad y la eleva a categoría evangélica, a bienaventuranza; el Espíritu Santo, el que hecho paloma de paz, baja y se sitúa sobre la cabeza de Jesús, como el escribano que enciende y da testimonio de lo está sucediendo; y el Padre que habla: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto»; es decir, el Espíritu Santo, Jesús y el Padre, son el mismo Dios, unidos por el abrazo íntimo y familiar del Amor; como dice San juan de la Cruz: «Tres personas y un Amado / entre todos Tres había». ¿Y qué viene a hacer Jesús? Lo anuncia Isaías: viene a traer «el derecho a las naciones». Pero sin gritar, sin vocear por las calles: «La caña cascada –sigue Isaías– no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará». Jesús predicará, amará, perdonará, curará enfermedades, se abajará ante el más necesitado para «introducir a las gentes en la genuina atmósfera de Dios». La atmósfera de Dios: en la que Dios ama, y da la mano, y redime, y enciende lo que está a punto de apagarse, y eleva, y salva, y te hace poder decir a Dios: «“¡Abba!” ¡Padre!» Aturdida la emoción. Hasta que te sientes, Diario, hijo redimido, libre, con vuelos en tu mente y en tu corazón, un volar que te lleva hasta una vida más plena, más dentro de la paternidad de Dios, más hijo (12:16:30)
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