sábado, 16 de enero de 2021

 16 de enero de 2021. Sábado.
LOS POBRES

Mesa de pobre, en Łowicz. Polonia. F:FotVi

-Lo siento por los ricos. Esto que escribo no es cosa mía, lo dijo Jesús y con signos terribles de admiración: «¡Ay de los ricos!» Imaginen el grito. ¿Pero quién es rico? Rico es el que tiene conciencia de que lo es. Es aquél que, por no humillar la vista, no mira ni la hora en su reloj, que cae un poco más abajo de su vanidad. Es el que se complace y paladea, golosamente, la riqueza. Como el rico de poder. Que se sacia de poder y de espejo a cada instante, como el que gusta miel de abeja. Jesús insinuó un chiste de gran finura, cuando dijo: «Felices los pobres»: o el que comparte la alegría y el amor y las miradas, y, por quedarse con algo suyo, se queda solo con el llanto, que llora en su intimidad. Llanto que, una vez revelado, conocido por otros pobres, le ayudan a sufrirlo, o quizá a gozarlo. El rico Epulón era rico porque comía en su propia mesa y no dejaba acercarse a ella al pobre Lázaro. Si lo hubiera dejado sentarse junto a él, no habría perdido ni su mesa, ni su pan, ni el placer de comer y beber, y se hubiera sabido pobre: por sentir la necesidad de compañía. Rico es todo aquél que dice bastarse a sí mismo, sin admitir la mano amiga que le ayude. Pobre, por el contrario, es el que comparte, el que necesita de un hombro en que apoyarse y el que ofrece su hombro para que otros se apoyen, el que tiene una moneda de diez céntimos y se la juega a cara o cruz, para, luego, más tarde, llegado el momento de perder, irse con el que ha ganado a celebrarlo. Estos son los ricos de la maldición y los pobres de la bienaventuranza. Como se ve, Diario, el evangelio de la pobreza es más atrayente, desde el punto de vista humano, que el de la riqueza. La pobreza abraza, comparte dolor y alegría, pan y companaje, amor y debilidad, como ha ocurrido en esta pandemia; el rico, por el contrario, es hosco, se aleja, celebra la vanidad, y mastica bocados excelentes, sin compartir la alegría del bocado o la pena de no tenerlo, mastica el egoísmo, que, a la larga, hastía y envilece. Como dijo Jesús: «Bienaventurados los pobres», y miró al cielo, donde unos pájaros volaban, alimentados y libres (12:27:34).

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