23 de enero de 2021. Sábado.
APARIENCIAS
APARIENCIAS
-Miro por el ojo de cerradura de los comportamientos y veo, con horror
de niño asustado, las apariencias, ese espeluznante suicidio de lo más noble del
ser humano. Vivir de apariencias es malvivir, o vivir del lado del disfraz. O en
la cuerda floja del espejismo, la careta, la hipocresía, el fariseísmo, la
infinita gama de la mentira interesada. Las apariencias son un mal negocio, no
se puede vivir siempre de cara al espejo, pues llega el día en que se nos
olvida el maquillaje y entonces se desmorona el castillo de naipes en el que
vivíamos. El evangelio, que es a lo largo de sus páginas todo un escalofrío de
amor, rompe todos sus esquemas cuando toca el tema de las apariencias. Cristo
entonces descubre, acusa, sacude, condena los comportamientos mentirosos. Se le
ve enojado, y dice palabras duras, indignadas. Un fariseo le invita a comer y
Jesús acepta. El fariseo se queda admirado de que Jesús omitiera las
abluciones: lavarse las manos antes de comer, como signo de pureza interior. Y
Jesús, que veía en su corazón, le dice: «Vosotros, los fariseos, purificáis por
fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad
¡Insensatos!». Dice un teólogo francés que los fariseos serían mejores si no
fueran personas religiosas, atadas por la norma. Y es que la ritualidad de lo
religioso puede convertirse en un espejismo que engañe al mismo que la
ejercita, si no se tiene en cuenta que la religión es un medio y no un fin. El
fin es Dios y su obra en el mundo, el hombre. Sin esta proyección e iluminación,
la religión, Diario, será un mero escondite frío y con alimañas para el cultivo
ilegal y corrosivo de la mentira, el eufemismo y la apariencia. Es decir, para
el fariseísmo y el feísmo insensatos, y estériles (11:20:44).
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