31 de enero de 2021. Domingo.
ALEGRE LA MAÑANA
ALEGRE LA MAÑANA
-Esta mañana, en la misa y en Laudes, hemos dicho, hemos cantado:
«Alegre la mañana que nos habla de ti». Las voces sonaban débiles; voces como mutiladas
por la vejez, apenas afinadas, pero entregadas, dadivosas. Hoy, en la liturgia,
era la fiesta de la Palabra. Jesús, dice el evangelista, entró en la sinagoga, y
habló. Él, que era la Palabra, hacía hermosa y realista, didáctica, ejemplar, la
palabra, y la embellecía. ¡Asombrando! Decía cosas de Dios y de la vida, como
los pájaros pían y el mar ruge, con sabia sencillez, haciendo lo que deben; no
como los letrados y los escribas, que se liaban en sus verborreas, en los
matices, sino con autoridad. Jesús hacía lo que decía, ponía la palabra a la
altura de sus comportamientos. Y dejaba soñar. Si decía: «Bienaventurados los
pobres», él huía de la seguridad: no tenía donde reclinar la cabeza. Si había
dicho amad incluso a vuestros enemigos, él, estando en la cruz, dijo: «Padre,
perdónalos, no saben lo que hacen». En una sociedad de la mentira, de la
quimera, de la farsa, él decía la verdad y vivía de y para la verdad. Por eso
un día pudo decir: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Alegre la mañana en
el que sufre, en el que ríe, en el que reza, en el que espera. Decía San Pablo:
«Sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza
de carácter; la entereza de carácter, esperanza». Felizmente, Diario, todo en
la vida nos habla de Dios, todo es maravilla divina; todo es mensaje que va
diciendo, con detalles de artesanía, a Dios (12:51:16).
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