28 de enero de 2021. Jueves.
SILENCIO INNUMERABLE
SILENCIO INNUMERABLE
-Ahora con la pandemia, se nos invita a abrir puertas y ventanas y a dejar
que la esperanza entre y salga sin obstáculos dentro de nosotros. La esperanza
de la vida. También en el día a día, estamos viendo que se abren puertas a la
renovación, a la independencia del alma, a la alegre indiscreción, a la madurez
en la fe. Abrir puertas es permitir que libertad entre y salga por la vida como
el aire por los pulmones, como las palabras por el diálogo, sin trabas que
coarten, sin tristes argucias. En el diálogo, las palabras se visten de
humildad para saltar de uno al otro lado, sin herir ni afrentar, cosiendo, como
con aguja verbal, lo que pueda haberse descosido en el tejido de las relaciones
humanas. Dialogar es dejar hablar, sin amontonar palabras, con la cortesía del
agua que corre por el manantial. Igual que la pluma corre por el papel, suave y
manchando solo lo necesario, porque si manchas de más se hace un borrón. ¡Qué
buena virtud la de hablar y dejar hablar! El diálogo debiera ser el código de
las relaciones humanas. En vez de diatribas y dardos, lanzarnos palabras familiares,
iluminadas, cerillas de luz que hablen y que hagan y respondan preguntas, como
si nada. Dios, en el místico diálogo de la oración, es un leve silencio
innumerable, que se oye, y que, si se presta la necesaria atención, a veces,
habla. Hoy, Diario, he hecho un propósito: callar un instante, también en lo
íntimo de mi ser, donde se siente mi
conciencia, un instante solo, para oír el rumor del mundo y de los hombres, esa
grandiosa sinfonía, y en la que cada una de sus notas habla, dice –si escuchas–
a Dios, que siempre se expresa en respetuoso silencio, sin herir el aire, tocando apenas el alma (11:29:38).
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