18 de enero de 2021. Lunes.
CARIDAD Y PUBLICIDAD
CARIDAD Y PUBLICIDAD
-En este tiempo de pandemia, hay muchas personas que viven de la
caridad: de poner la mano de la humildad para que otra mano –llena también de
humildad, anónima–, le proporcione el pan que quita el hambre. La caridad
esconde la mano que da y la mano que recibe, como un ejercicio de respeto a la
dignidad de la persona que socorre y socorrida. Nunca la mano que da es más
digna que la que recibe. Decía Jesús: «Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que
no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha». La caridad y la publicidad
se dan la espalda. Como el fuego y el agua. «Qué verdad, / qué limpia escena la
del amor, / que nunca ve en las cosas / la triste realidad de su apariencia»,
cantaba Claudio Rodríguez. La publicidad es el germen, la génesis de un nuevo e
incontrolado pecado original: el de la vanidad. El amor se construye y se
habita en el silencio, como el llanto verdadero. Detesto las listas de los que
hacen caridad. No pretendo quebrar una ilusión, abogo sólo por una liberación.
Liberar el trigo de la paja o el metal precioso de la ganga, de la escoria, es
oficio de los que tienen la responsabilidad de defender lo puro, lo honesto, lo
que es aleteo y no vulgaridad. Hay más verdad en el oro de un anillo de boda, a
pesar de su limitación y pequeñez, pero dado con amor, que en toda una vena de mineral aurífero que
no haya pasado por el crisol del cariño. El evangelio es explícito en esto: ni el pregón,
ni el himno, ni el aplauso valen. Lo que se valora es el gesto de la mujer que
entró en el templo y, escondiéndose casi de sí misma, dejó caer su moneda en el
lugar de la recaudación, sin alardes: o la mujer sola y aislada con su obra de
amor. Y es que la caridad, Diario, ha de hacerse a hurtadillas, con la grandeza
de lo íntimo y coloquial, sin grandes aspavientos de espejo, fuera de todo espectáculo de vanidad (11:14:43).
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