12 de enero de 2022. Miércoles.
LA
CAMPANILLA DE VICENTICO
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Julián, dándome la paz, en mi 1ª Misa. F: Mi colección. |
-Perder
a un amigo es como perder una moneda de gran valor en el mar, la recuerdas aunque
no la tienes. Se te cayó y la pierdes, pero queda el recuerdo, vivo tras los
ojos, donde siempre surge lo recordado. Ayer, en Molina, murió mi gran amigo
Julián Chicano Peñaranda, sacerdote y poeta. Es decir, hombre de Dios y portador
de palabras hermosas. Como sacerdote llevó a Dios en sus manos; y en su boca,
como poeta, las palabras. Yo canté misa un 20 de junio de 1957, y Julián,
sacerdote algunos años antes, compuso como recordación un hermoso poema, que
tituló La campanilla de Vicentico.
Entre risueño y tierno, travieso y bullicioso, el poema dice así:
Vicente, la campanilla
déjala ya descansar.
¡Sólo se toca al alzar
de una manera sencilla…!
¿A qué tanto repicar?
Eras un niño travieso
con una negra sotana.
Pero que cada mañana
despertabas con el beso
que te daba la campana.
Cuando llegues al altar
a celebrar tú la Misa,
acuérdate del sonar
que volando entre la brisa
no cesaba de cantar:
¡la voz tan leve y sencilla
de tu vieja campanilla!
Ahora no podrás tocar
cuando celebres tú Misa.
Pero temblando en la lisa
mesa blanca del altar,
se quedará la sonrisa
de un son que nos maravilla:
¿Será el de tu campanilla?
Que siempre su claro son
te despierte en el altar.
Y que a la hora de alzar
en tu joven corazón
nunca deje de sonar
la voz tan leve y sencilla
¡de tu vieja campanilla!
Este es el poema; entonces yo con la luz y la alegría de los
pocos años: ahora ya casi vencido, todavía con luz y alegría, pero de lámpara
vieja que va apagándose, lenta, e inexorablemente. Dios me espera, Diario, estoy
dispuesto (...o eso creo) (12:07:59).
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