18 de enero de 2022. Martes.
LA SOBERBIA ES HINCHAZÓN
LA SOBERBIA ES HINCHAZÓN
-Djokovic, el tenista, número uno, caído en Australia; un diosecillo en
el suelo, como las antiguas estatuas de los dioses paganos. Lo he visto caminar
con la mirada baja, el paso lento, como de pausa y cansancio, tal vez pisando su
soberbia. Los pies le deben doler mucho, tras pisar tamaña altanería. Y el
dolor de los pies, aunque lejanos de la mente, debe punzar en la cabeza, que es
donde se originan la arrogancia y la terquedad del fatuo. La soberbia es el más
grande acto de fe –templo de humo–, por el que alguien se da culto a sí mismo, sin
importarle lo que digan las leyes o los demás. «Yo soy rey», piensa; exento,
por tanto, de mirar a su alrededor, salvo para recibir aplausos. La ley, si es
injusta, no debe cumplirse; pero si busca un bien común, y se advierte que lo
va consiguiendo, hay que acatarla. Dijo San Agustín: «La soberbia es hinchazón,
y lo que está hinchado parece grande, pero no: es enfermedad». O como el globo
en el aire, que vuela solemne y pleno pluma de luz, hermosa esfera que vuela–,
hasta que se pincha y, arrugado, se desploma, convirtiéndose en un montoncito
de nada, en una mancha de color, humillada, en el suelo. Admiro a los grandes;
pero más su humildad, su llaneza, su forma sencilla y atrayente de mirar. Estoy
con aquel que dijo: «Nadie ha muerto asfixiado por tragarse su orgullo». Ayer,
en la 2 tv, Diario, vi El Chico,
primer largometraje de Charlot –1921–, en el que triunfan el candor, la ternura,
la piedad, la maternidad, el humor sin rabia; el humor que es descanso y que, con
alguna que otra lagrima melódica y una sonrisa apaciguadora, hace soñar; es
decir, una obra de arte irrepetible, insuperable, en la que la acción exuberante y sencilla –sencilla, Diario– te hace ser feliz (11:57:57).
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