19 de enero de 2022. Miércoles.
EL DECIR DE LOS OJOS
EL DECIR DE LOS OJOS
-Hace años escribí (y publiqué en Monteagudo,
revista de la Universidad de Murcia, año 1981) una pequeña comedia en un acto,
titulada El pez pescado. En ella, el
humor era surrealista, cínico; una humor combativo, pero sentimental; en
consecuencia, poético. Reflejaba una modesta lucha de clases, con clase. Personajes:
Don Julio, el señor, y Antonio, el criado. Ambos están en la orilla de un río
pescando; el señor tiene la caña, y el criado, si el pez no pica, la obligación
de poner una pieza en el anzuelo de la caña del señor, que luego, con ampulosa
zafiedad, exhibirá en el bar. Y ambos, don Julio y Antonio, hablan y hablan, y
así, envuelto en jocosa palabrería, matan el tiempo y la espera, y, de
paso, le ponen una guinda de sinceridad a la monotonía. El pez hace su danza
alrededor del anzuelo; va y viene, pica (sin entregarse), hace como que se ceba
en el cebo, y con risa de pez –fría– da marro al aristócrata y al plebeyo, y
huye. En una de éstas, don Julio, como el que no quiere la cosa, pregunta:
«Antonio, ¿me has odiado alguna vez?» «Sí señor, siempre le he odiado…» «¿Y
cómo no me he dado yo cuenta?», insiste don Julio. «Porque usted nunca se digna
mirarme a la cara. En la cara, sobre todo en los ojos, es donde se refleja el
odio que una persona siente por otra; o el amor. Los que me miran, lo notan
enseguida. Es como un disfraz del que no puedo librarme. Cuando me ve
Crescencia, la cocinera, me dice: «Antonio, ¡cómo odias al señor!». Y yo le
digo: «Sí, Crescencia, sí». Y ella me dice: «Lo cantan tus ojos». «Lo cantan»
dice, don Antonio; es poeta Crescencia. Ah, mirarse a los ojos, Diario, donde
el alma, a veces, se asoma y suena, y hasta se la ve arder (11:27:08).
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