20 de enero de 2022. Jueves.
DON Y DÁDIVA
DON Y DÁDIVA
-Hoy ha sido un día de esos en que a uno no le apetece otra cosa que
decir «¡qué frío hace!», y subirse el cuello del abrigo hasta las orejas, que
suele ser donde las comadrejas de la frialdad acostumbran a dar su primer mordisco.
Pero, al poco, caigo en la cuenta que también el frío es un don, una hermosa
dádiva: es el paso previo del invierno a la primavera y al esplendor del
verano. Es como la vida, que siempre –lo mismo en la niñez que en la vejez, en
el dolor o en la risa– es don. Y no sé por qué cada vez que voy a decir o a
escribir don, me sale Dios. Rondándome la boca, las palabras. Y aun el
pensamiento. Como si se atrajeran, la palabra don me lleva –no lo puedo evitar– a la palabra Dios. A veces me
resisto; pero el don, como la lluvia al arco iris o el humo al fuego, siempre
lleva a Dios. Digo don y de inmediato en los labios, en la oquedad de la boca –como
en la ostra la perla– me sale Dios, el que da y se da. El que no tiene pereza
en dar y en darse. Dios, pues, en el don; como la idea en la palabra que la dice, Dios en el
«pobre y aterido cuerpo humano» que soy yo. Soy, Diario, dádiva de Dios, soy don, soy yo... (11:13:53).
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