lunes, 17 de enero de 2022

17 de enero de 2022. Lunes.
PEDREGALES INFINITOS

Monasterio de Santa Catalina, desierto del Sinaí. F: Googel.

-El desierto, que es lejanía, dunas doradas, ondulaciones y pedregales infinitos, y aullidos, viene hoy a hablarnos de Dios. San Antón, el santo con el que finaliza –dicen– la Navidad, halla no obstante el desierto, y lo convierte en lugar de silencios largos y contemplativos: en tienda donde habita la oración. Ahí, en el desierto, busca poder escuchar, entre otros, el silencio de Dios. ¿Será silencio de aullidos o de suave brisa, como la de Elías, en la que descubrió, cuando pasaba ante su cueva, la espalda de Dios? San Antón nació en Menfis, Egipto, y, tras la muerte de sus padres, sigue el consejo de Jesús: «Si quieres ser perfecto, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y ven y sígueme». Y es lo que hizo: cambió sus bienes por el otro Bien de Dios. Y se hizo eremita; se rodeó de soledad y de animales irracionales, primitivos, a los que protegía. Luchó contra las herejías y ayudó a los cristianos que perseguía Diocleciano. Y fundó monasterios, donde se oraba y se trabajaba, y se atrapaban silencios para poder hablar con Dios. Hablar a Dios, sin palabras, como hacía San Juan de la Cruz –vía contemplativa– debe ser como hallar agua en una roca en el desierto. San Antón, Diario, iluminó el desierto, lo hizo gracia de Dios, oasis de oración y de paz, y en la arena calcinada hizo brotar fuentes de agua viva –santidad iridiscente–, que llevan, si te dejas, a la vida eterna (13:12:17).

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